martes, 12 de agosto de 2008

Vacaciones, tal vez

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El verano licua las ideas, crispa las relaciones y cataliza los desenlaces trágicos. Para evitar lo peor de nosotros mismos nos hemos ido a la sombra a tomar un combinado. Mientras, hacemos acopio de material fresco y preparamos, tal vez, algo de Mário de Sá-Carneiro y el yo habitado.

Hasta septiembre se seguirán comentando comentarios y anotando anotaciones. Poco más.
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miércoles, 6 de agosto de 2008

Yo, ameba


Paseando por el Quai des Célestins, Horacio Oliveira -Oracio Holiveira- encuentra unas hojas secas llenas de algo que es y no es hojas secas -polvo de oro viejo, tierras profundas, aroma de musgo. Al llegar a casa las prende en la pantalla de una lámpara. En su visita, Ossip no advierte la novedad en la decoración. En cambio, la misma lámpara ante la visita de Etienne recibe sugerentes comentarios. Oliveira, hábil en sintetizar metafísicas de lo cotidiano, emprende el vuelo:

"Imagino al hombre como una ameba que tira seudópodos para alcanzar y envolver su alimento. Hay seudópodos largos y cortos, movimientos, rodeos. Un día esos se fijan (lo que llama la madurez, el hombre hecho y derecho). Por un lado alcanzan lejos, por otro no una lámpara a dos pasos. Y ya no hay nada que hacer, como dicen los reos, uno es favorito de esto o de aquello. En esa forma el tipo va viviendo bastante convencido de que no se le escapa nada interesante, hasta que un instantáneo corrimiento a un costado le muestra por un segundo, sin por desgracia darle tiempo a saber qué,
le muestra su parcelado ser, sus seudópodos irregulares,
la sospecha de que más allá, donde ahora ve el aire limpio,
o en esta indecisión, en la encrucijada de la opción,
yo mismo, en el resto de la realidad que ignoro
me estoy esperando inútilmente."

Julio Cortázar, Rayuela, 84

Y toda vez que se dice "así es la vida" o "no se puede hacer otra cosa" o "eso es así, y no hay más", algunos seudópodos se cristalizan dando una determinada cifra de nuestro malformado Yo. Algo del socrático "si más sé más ignoro" late en esta identidad de la ameba. Algo también de aquel Morelli que recordaba que:

"El mundo es una figura, hay que leerla. Por leerla entendamos generarla."

Julio Cortázar, Rayuela, 71

Entonces, con Morelli, al poner el mundo nos ponemos nosotros en él. Al leer, somos también leidos.


lunes, 4 de agosto de 2008

Yo, teatro sin teatro


Para David Hume las cosas se iban resolviendo más o menos bien. Parecía fácil mostrar que las ideas complejas dependían de ideas simples y que estas, a su vez, eran correlatos de las impresiones simples, auténticos nexos de unión con la realidad viva. A la luz de esta división conceptual perfectamente analítica iba avanzando el Tratado de la naturaleza humana hasta que, a la altura de la sección VI de la parte IV apareció el maldito Yo. La identidad personal, la presencia de un mismo Yo surcando de un extremo a otro nuestra existencia, parece cualquier cosa excepto un hecho inmediato pues, ¿de qué impresión o conjunto de impresiones simples extraigo dicha idea? Por más impresiones que logremos dejar a un lado, nunca aparece detrás la impresión del Yo manifestándose.
La salida de este atolladero la ejecuta David Hume a partir de dos símiles, cada cual de mayor calibre plástico. Según el primero, todo hombre es un haz de percepciones:

"Dejando a un lado algunos metafísicos [...], me atrevo a afirmar del resto de los hombres que no son más que un enlace o colección de diferentes percepciones que se suceden las unas a las otras con una rapidez inconcebible y que se hallan en un flujo y movimiento perpetuo."

David Hume, Tratado de la naturaleza humana

El segundo funciona como una cierta continuación de la imagen del "foro interno" y como inversión de la figura del "teatro del mundo", porque ahora son las percepciones las que se contorsionan en las tablas del Yo:

"El espíritu es una especie de teatro donde varias percepciones aparecen sucesivamente, pasan, vuelven a pasar, se deslizan y se mezclan en una infinita variedad de posturas y situaciones. Propiamente hablando, no existe simplicidad en ellas en un momento ni identidad en diferentes, aunque podamos sentir la tendencia natural a imaginarnos esta simplicidad e identidad. La comparación del teatro no debe engañarnos. Sólo las percepciones sucesivas constituyen el espíritu y no poseemos la noción más remota del lugar donde estas escenas se representan o de los materiales de que están compuestas."

David Hume, Ibíd.

Todo sugiere, además, que cuando termina la actuación no sólo desaparecen los actores, la escenografía, las luces, sino con ellos también el teatro mismo.


viernes, 1 de agosto de 2008

La trompeta torcida de Dizzy,


El nombre de Dizzy Gillespie es también bebop, está en los libros, no hace falta redundar en ello. Yo llegué a él por Charlie Parker, por el Bird and Diz -1950- y por la grabación del directo en el Massey Hall de Toronto del 15 de mayo de 1953 -Jazz at Massey Hall, con Charles Mingus, Bud Powell y Max Roach. Tardé años en ver una imagen del trompetista y, al encontrarla, me pregunté lo que cualquiera se preguntaría: ¿pero qué demonios le ha pasado a esa trompeta?
La trompeta de Dizzy Gillespie, y es una imagen ya típica del bebop, apunta al cielo con una inclinación aproximada de 45º. Sobre este instrumento excéntrico hay dos historias. La primera sitúa su origen en Manchester, en 1937, donde Dizzy fue a recalar acompañando a la Teddy Hill Orchestra. Al parecer, Dizzy encontró a un trompetista que, debido a su incipiente ceguera, utilizaba un instrumento semejante por razones de visibilidad.
La segunda historia no cuenta con trompetistas ciegos pero sí con una fecha y un lugar concreto: 6 de enero de 1953, Snooky Club, NY. Durante la celebración del cumpleaños de su esposa Lorraine en el Snooky, Dizzy improvisó junto con otros músicos una jam session hasta que, solicitado por unos periodistas, hubo de abandonar el local. Durante su ausencia dos conocidos cómicos, Stump & Stumpy, ocuparon el escenario y en un avatar de su actuación uno de ellos cayó sobre la trompeta de Dizzy. A su regreso, el trompetista encontró su instrumento magullado, pero no muerto, así que continuó toda la noche tocando como si nada hubiese ocurrido:

"En un primer momento no conseguía sacarle las notas exactas, pero poco a poco me fui acostumbrando a ese nuevo sonido, mucho más dulce. Toqué así el resto de la noche y, al día siguiente, la llevé para que la arreglaran. Días después, tocando otra vez con la trompeta enderezada, comencé a añorar aquella sonoridad, así que me dirigí a la fábrica Martin, que hacía las trompetas que yo usaba, y les pedí que me fabricaran una torcida. Me dijeron que estaba loco, y les respondí que sí pero que la quería, y ya he tocado con ese instrumento el resto de mi vida."

Dizzy Gillespies, To be or not to bop