lunes, 16 de febrero de 2009

Así lo incontestable,

«Le dije que estaría oscuro, y él dijo que odiaba la luz del día.
Le dije que sería muy solitario, y él dijo que prostituía su mente hablando con personas inteligentes.
Le dije que estaba loco y él dijo que Dios le guardara de la cordura.
(Dios ciertamente lo hará.)»



La cultura exige de mí un compromiso: que abrace la diferencia y que muera para la sociedad siempre abrazando la diferencia y, por tanto, que muera en soledad y sólo por esa soledad de la sociedad, porque estar abrazado a la diferencia es estar abrazado a la soledad por siempre y sólo a la soledad, pero también, y por eso, a la cultura por siempre y, por eso, sólo y por siempre a mis ideas. Ahora: una comunidad que exige de mí abrazar siempre y sólo mis ideas, hablar y escribir sólo de mis ideas, sólo sobre mis ideas y por ellas, y así conseguir el respeto de esa comunidad sólo por mi diferencia y por mis ideas y por mi soledad con mis ideas. Por eso no debo ser condescendiente con mis ideas y mucho menos con los lectores de mis ideas, porque de ese modo, es seguro, consiguen traspasar fácilmente el último límite que me separa del mundo y de ese modo, es seguro, me aniquilan, y aniquilan justo mi diferencia por ello, y justo por ello mis ideas y por ello, también a mí mismo, porque me encuentran solo e inseguro y abrazado de forma desesperada y demencial a mis ideas, pues sólo así cumplo con lo que la cultura exige de mí, pues, es seguro, y también manifiestamente claro que de esa desesperación y demencia, pero, sobre todo, de la fuerza sobrehumana de esa desesperación y demencia, depende mi intimidad. Y ahora es manifiestamente claro que necesito con urgencia una fuerza sobrehumana que remedie mi debilidad sobrehumana y mi condescendencia sobrehumana con mis ideas y con los lectores de mis ideas, lo que he aprendido a considerar como un pecado sobrehumano que precipita siempre mi fin y por eso es más humillante si cabe que cualquier otro pecado capital. Ese pecado lo he cometido siempre y lo vuelvo a cometer siempre (hoy) porque dejo constantemente mis ideas al descubierto de un modo fácil y natural y por ello enfermizo por cuanto es el resultado natural de mi propia debilidad sobrehumana, reflejo de mi intimidad sobrehumanamente enfermiza. Dejo mis ideas al descubierto y las doy en bandeja de plata al lector de mis ideas, y esa facilidad y naturalidad elimina todo mi sufrimiento y mi trabajo de mis ideas, y esa facilidad y naturalidad las hace, por ello, vulnerables. Porque nadie, hoy, quiere sufrir ni está dispuesto a sufrir, y mucho menos a sufrir por unas ideas, pero menos aún a sufrir por mis ideas. Así las toman y las poseen sin sufrir y con deleite, y me las muestran sin sufrir y con deleite, y entonces ya casi no son mis ideas si no fuera porque retienen lo justo de mí para que me sienta, sin sufrir y con deleite, y por ello del modo más detestable posible, su asesino, así mi perversidad. Constantemente condescendiente y asesino y por eso humillado y perverso constantemente. Volver a pecar siempre y sólo por culpa de mi debilidad sobrehumana y por ello necisitar la desesperación y la demencia y, sólo por eso, la escritura y su fuerza sobrehumana. Una y otra vez, y por siempre, yo con mis ideas en la cultura. Una y otra vez, pecar y escribir y sólo por eso siempre en soledad y abrazado a mis ideas.


domingo, 15 de febrero de 2009

El viento, la voz de Safo

"Si quieres el meollo, recurre a Safo."
Ezra Pound, Varios No

Hay versos de los que uno no consigue desprenderse. Llegan a formar el tono de lo que en adelante uno va a considerar literatura en sentido estricto, sin concesiones. A este respecto, son el meollo de la cuestión, la piedra de toque, la cota que indica la diferencia entre una montaña y una mera colina. Hay unos versos de Safo. Dicen:

Eros ha sacudido mis entrañas
como un viento abatiéndose en el monte
sobre las encinas.

Como un viento abatiéndose en el monte. Algo salvaje yace en estas palabras, algo de esa brutalidad que hay en el modo con que Safo caracteriza el Eros, ese "animal amargo que repta irresistible". Algo salvaje que me pone en guardia simultáneamente contra dos formas comunes de lo doméstico, de la domesticación debería decir: de un lado el sentimiento amoroso, que en cuanto sentimiento sigue adoleciendo de aquella languidez decimonónica, de otro la concesión dada a las bellas palabras, a la literatura como una de las bellas artes. En guardia contra una forma tibia de amar y odiar. En guardia contra una escritura para la distracción.
La corrupción en Safo, esos versos abatidos por el viento del tiempo, se me muestra como el otro rostro de una verticalidad incólume, de una voz íntegra. En cambio, todo nuestro aburrimiento y todo nuestro asco juntos me hacen pensar que seremos barridos por completo. Nada dejará en pie el viento hasta que no seamos capaces de dar algo más primitivo, las vísceras sobre la mesa, la palabra ensangrentada y algo de la caza en nuestra forma de trabajar. Lo dijo Thoreau en su canto a la Naturaleza:

"En literatura, sólo lo salvaje nos atrae. El aburrimiento no es sino otro nombre de la domesticación."

Henry David Thoreau, Caminar

Falta saber si acaso estamos aún dispuestos a vivir sin concesiones.


martes, 10 de febrero de 2009

Matapalabras,


Acompaña a las palabras en el camino de salida. Cinoc es "matapalabras":

"Trabajaba en la actualización de los diccionarios Larousse. Pero, mientras otros redactores se dedicaban a la búsqueda de voces y significaciones nuevas, él, para dejarles sitio, debía eliminar todas las palabras y acepciones que habían caído en desuso."

Georges Perec, La vida instruciones de uso

Para dejarles sitio, como si se hiciese impracticable vivir entre tanto cuerpo callado, entre tanto muerto. Y el diccionario de la RAE, así Kowalski, aún conserva en sus entradas -es su trabajo en la vertiente embalsamadora, supongo- las acotaciones ant. -antiguo, anticuado, anterior a 1500-, desus. -desusado, anterior a 1900-, y p. us. -poco usado, puede que alguna vez desde 1900 pero, desde luego, no en los tiempos que corren- como sendas lápidas para que uno, en las fechas señaladas, pueda ir a ver a los abuelos, para que uno pueda incluso, dado el caso, ejercer el insigne oficio de ladrón de tumbas, de despiertamuertos. Legiones de Cinocs procesando textos y escuchando alcobas, listos para dar la voz de alarma respecto a la conveniencia de añadir un p. us. a la voz "refocilar", porque, desengañémonos, eso no está ya en las voces de los hombres y ya nadie goza de ese modo, al menos, desde 1900.

Después de cincuenta y tres años dedicados a la sepultura, Cinoc se ha jubilado.

"Había hecho desaparecer cientos y miles de herramientas, técnicas, costumbres, creencias, dichos, manjares, juegos, apodos, pesos y medidas; había borrado del mapa decenas de islas, centenares de poblaciones y ríos, millares de cabezas de partido; había relegado a su anonimato taxonómico centenares de tipos de vaca, especies de pájaros, insectos y serpientes, peces un poco especiales, variedades de moluscos, de plantas no del todo idénticas, tipos particulares de frutas y verduras; había hecho desvanecerse en la noche de los tiempos a cohortes de geógrafos, misioneros, entomólogos, Padres de la Iglesia, literatos, generales, Dioses y Demonios."

George Perec, La vida instrucciones de uso

Y, como si Cinoc hubiese sido consciente de una herencia malversada, así Kowalski, un buen día emprende el camino contrario y acompaña a las palabras en el viaje de regreso. No es una recuperación sistemática. Es una recuperación que pretende revivir significados, así Kowalski, y entonces sólo es posible practicarla a condición de que uno, Cinoc, se encuentre en la situación de ser aún hablado por las voces muertas, así Cinoc.


Nota: De algún modo vago, toda esta historia vive entre la acepción tercera y cuarta de la voz "curioso, sa" del diccionario de la RAE.


martes, 3 de febrero de 2009

El viaje, las librerías, los hogares

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a en Joan i na Mar,
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Sea como sea que uno esté alojado -bien, o muy bien, como es el caso-, ocurre fácilmente que al llegar a una ciudad nueva, desconocida, me aparezca la necesidad de buscar una segunda residencia, una guarida. Las librerías son espacios propicios para satisfacer esta necesidad y, si por un cruce de azares ocurre que en la librería encontrada no sólo se sirven libros sino también expressos, si sucede que suena un disco conocido de Stéphane Grappelli y Django Reinhardt, y si en las bien nutridas estanterías se han ocupado de tener todos los volúmenes de la imprescindible Cabaret Voltaire o del inefable John Fante entonces uno ya no sólo se siente como en casa, se siente además entre amigos.

La librería en cuestión esta vez es Literanta, llibres i cafè -y café y café y café, etc.-, situada en el centro de Palma, como un vórtice llamando poderosamente en el rincón que forman el Carrer Can Fortuny y el Carrer del Call. Imprescindible para bibliófilos de visita en la ciudad insular o para nativos -consulten catálogo. Imprescindible, también, para saraófilos -amantes de los saraos, consulten programa.


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