viernes, 14 de agosto de 2009

La disminución,


Ahora sabía que aquello no había terminado, que tal vez no era sino el principio. Primero había sido su nariz, su hermosa nariz, su nariz lúcida y premonitoria disuelta, poco a poco disminuida hasta confundirse en una nada de piel lisa en el centro de su cara. Después sus orejas comenzaron a no ser más unas orejas, casi dos muñones encogidos y añadidos a un lado y otro de su cabeza. Pero una cabeza, ¿qué podía ser una cabeza sin esos, sus elementos periféricos pero, no obstante, esenciales? ¿Hasta la pérdida de qué atributos iba su cabeza a seguir mereciendo tal nombre?


2 comentarios:

Deprisa dijo...

Aun sin sus atributos característicos, su forma permitirá que se le pueda seguir denominando cabeza. Sin embargo ¿qué ocurrirá cuando no se sepa dónde acaba el cuello y empieza la cabeza?

B.J. Turner dijo...

Un momento, no tan rápido. Por ahora se han perdido, y no es casual, una nariz y unas orejas. Podrían haberse disminuido unas patillas, unas cejas, y habría dado igual. Es esencial que cada pérdida suponga un menoscabo facultativo, una pérdida de capacidad, un extravío del sentido. Perdidas ciertas cosas, cabe pensar, uno ya ha perdido la cabeza.