domingo, 27 de septiembre de 2009

Canción en cuatro muertes,


Andrei comió vidrio machacado en una sopa tibia bien condimentada. Siempre fue un bastardo: patadas para el perro, patadas para los niños, puntapiés también para la esposa y los vecinos. Ella le quiso justo hasta el final, después hizo lo que todos ya habían pensado.

Phil cosechó más allá de su propiedad durante toda una jornada. No llegó a prender el candil sobre la mesa: un atizador le surcó la cara. Había pasado media vida trampeando. Ni los más cercanos discutieron que había sido tal y como se esperaba.

Bernard encontró una nueva amante. Su esposa, en cambio, seguía siendo la de siempre. Si la primera era conocida por sus cálidos muslos, la segunda lo era por su mano en la matanza. Acabó en un barreño despiezado. Una canción lo recuerda todo: Pig Bernard and wife. En su pueblo aún la cantan.

Jacob siguió recto por la última curva del camino. Su cráneo terminó en el asiento de atrás. Hasta mucho después nadie lo echó en falta. El depósito del líquido de freno apareció perforado. Finalmente se convino en que tanto daba.


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