domingo, 25 de octubre de 2009

Intemperies,


intemperie, del latín intemperĭes:
1. destemplanza [de los elementos o de los humores de los hombres].
2. inclemencia [del tiempo], tempestad.
3. capricho, intemperancia, inmoderación.
4. indisciplina, insubordinación.

En algún punto de Cosecha roja, el agente de la Continental recuerda a sus compañeros recién llegados a Poisonville: "Las pruebas no nos sirven. Lo que necesitamos es dinamita". Algo aquí se ha desencajado de los goznes del género negro, algo está comenzando a andar en un yermo de escombro. A Hercule Poirot las esquirlas le han alcanzado el trasero. El detective no es ya un lector de secuencias temporales encubiertas, no se trata ya de esclarecer lo ocurrido, de poner en su lugar cada elemento de los hechos. Se trata de hacer suceder otro accidente más, de aplicar cargas en los lugares apropiados para que afloren los conflictos. El negocio ya no está en la interpretación de la estructura sino en la producción del acontecimiento:

"—De manera que ese es el método científico de trabajar que tenéis los detectives. La verdad, considerando que eres un tipo gordo, cuarentón, que no se casa con nadie y testarudo, tienes la manera de trabajar menos concreta de todas las que conozco.
—Los planes están bien algunas veces —dije—. Y otras, lo que está bien es simplemente remover las cosas; está bien si eres lo suficientemente duro para sobrevivir y conservar bien abiertos los ojos para ver lo que te interesa cuando sale a la superficie."

Dashiell Hammett, Cosecha roja

Inscrito en la tendencia como catalizador, el agente de la Continental debe vivir en ese condicional que parte en dos la realidad —o superviviente o cadáver— con la atención crispada el mayor tiempo posible.
En Poisonville no se duerme. En Poisonville se suple el sueño con ginebra y cafés cargados y duchas frías de madrugada. Se merodea buscando el momento propicio para la caza, se vaga sin fin, sin idea de volver a un punto de origen que cumpla con los requisitos de lo doméstico. Es la intemperie como exterioridad, como vida en el afuera de las normas y los planes, como exposición. Permanecer erguido en ese clima pasa por convertir a otros en cadáveres, por hacer efectiva en otros la amenaza de la exposición o, según el texto, por volverse blood-simple.
Cosecha roja funciona según la lógica del mito del descenso a los infiernos. Para algunos, diríamos, es posible vivir incluso entre un pueblo de demonios. Ahora bien, la forma de describir el proceso de conversión a un credo de sangre como fiebre, enfermedad y envenenamiento recuerda que, pese a todo, una vida a la intemperie es también una vida en la que no se puede volver a casa, una vida en la que no se puede volver a uno mismo, una vida fuera de sí: "Tengo dura la piel por encima de lo que me queda de alma y, después de andar entre crímenes durante veinte años, puedo estudiar cualquier clase de asesinato sin ver en ello más que el pan de cada día, mi trabajo. Pero esto de disfrutar haciendo planes mortales, no, ese no soy yo. Es lo que esta ciudad me ha hecho". En tal situación, si algo queda es poder aún desear vivir de otro modo, o cerrar los ojos y esperar a oír el golpe. El agente de la Continental se sumerge en la noche del láudano y el infierno, fuera y dentro, sigue su propio curso.

domingo, 18 de octubre de 2009

Sábado, Main St.



Basta estar a la hora adecuada en Main St. para verlos llegar desde los campos. Esos hombres, esas bestias de carga de espaldas hundidas aparecen por la ciudad al anochecer como diablos polvorientos directamente llegados del desierto. No conocen padre, no conocen hermano, ni un ápice de temor de Dios albergan sus almas. Todo debe hacerse en una noche. Todo se expiará mañana al doblar la campana.


martes, 13 de octubre de 2009

La respiración,


Ante la primera metida sólo me ha dado tiempo a cruzar la mano. La segunda ni la he visto venir. Entre el humo y la música, nadie parece haberse dado cuenta, mientras trato de no moverme. Lo peor no es el dolor, sino la sensación de que por el agujero se te van a salir las tripas. El pelagatos que me ha dado las mojadas no me preocupa, esos tardan poco en abrirse. Tan sólo me ocupo de respirar poco, muy suave, casi sin que el aire llegue a los pulmones, quedandose en la garganta. No puedo soportar la sensación que me produce en el estómago el respirar poco más allá de mi garganta. La sensación de que a cada bocanada se abre un poco el tajo, y de que sólo la presión de mis manos evita que caiga todo al suelo.