jueves, 28 de mayo de 2009

Dos manos izquierdas,


Se llamaba Claire, y había rodado por todos los departamentos de la Universidad de California. No tenía ni idea de por qué se excitaba tanto con los intelectuales, pero no me importaba. Yo estaba desesperado. No conseguía salir de una mala racha salvaje, de modo que era cuestión de tiempo que me aprovechase de mi cátedra. En el fondo tenía muy poco que perder así que me puse a ello. La llevé suavemente desde la puerta hacia el sofá de mi despacho y nos sentamos. No había duda, iba a ocurrir, aunque yo no sabía muy bien cómo hacerlo. A pesar de todo conseguí fingir que no estaba cachondo y alcé con solemnidad mis manos al aire, a la altura del pecho, ligeramente distanciadas entre sí. Ella sonrío y se apretó contra mí. Aquello iba a ser cojonudo. Pensé en su maravilloso trasero y en Paul Wittgenstein y en el Concierto en re mayor para mano izquierda que le compuso Ravel. Cerré los ojos y me concentré. Tenía que ser capaz de parecer un intelectual, de tener esa mano izquierda prodigiosa en cada una de las mías. “Sudor, necesito sudor en mi frente”, pensé. Entonces empecé a convulsionarme y a balancear al aire los dedos imitando a un intérprete frenético poseído por el genio. Sentí el calor de sus gemidos en mi oído. En medio del primer movimiento ya estaba empapado. Ella también. De pronto abrí exageradamente los ojos y, sin parar de teclear el aire, recité a Schiller con voz grave y firme:
¡Ebrios de amor penetramos, diosa celeste, en tu santuario!
Claire no pudo contenerse y se abalanzó sobre mí. Me arrancó los pantalones, agarró mi chisme y se lo metió. Pensé que iba a quedarme sin él. Parecía que adoraba mi polla como si fuera a salvarla de la muerte. Era ridículo, pero yo continué con mi heroico recital.
¡Quien haya conquistado a una mujer deleitable…!—y ella, enloquecida, movía sin control aquel culo glorioso arriba y abajo, arriba y abajo FLOP, FLOP, FLOP, FLOP…¡Oh, Schiller, tú no lo sabías!¡No podías saberlo! FLOP, FLOP ¡No tienes la culpa, bendito Schiller! ¡Tú nunca estuviste en el abismo! FLOP, FLOP —Y quien … no pueda hacerlo…— FLOP —…que se aleje llorando…— me empezaba a faltar el aire y noté como todo se oscurecía poco a poco, FLOP, FLop, Flop, flop, flop

Me despertó la luz de una linterna en los ojos. Eran dos agentes. Les acompañaba Fred. Fred se encargaba de las chapuzas del edificio de departamentos de la Universidad y tenía llaves de todos los despachos. Era un capullo indeseable. La noche había caído ya en la ciudad y todo estaba oscuro. No había ni rastro de Claire. Yo continuaba panza arriba, aturdido.
—¿Es usted el profesor Kowalski?
—Era Schiller hace un momento…
—Es él —dijo Fred—. Maté a Freddy con la mirada.
—Acompáñenos.
—¿Qué demonios ocurre?
—Vaya, vaya… no recuerda nada, ¿eh? Es usted… un enfermo.
— Supongo que soy un enfermo con mala memoria…
Ella llamó a la comisaría. Dijo que un tal profesor Kowalski la había forzado.
—¿Cómo? Oiga, agente, usted no comprende lo que ha pasado aquí. Verá, ella quería que la cultura entera se la follase y yo…
—Claro que lo entiendo, amigo—hizo una mueca burlona—Usted no dio la talla.
—…
—Vamos, muévase.
—De acuerdo.
—Y póngase los pantalones.
—Claro.

Mi mala racha no tenía fin. Ese desmayo me tenía algo preocupado…


martes, 26 de mayo de 2009

Esclavitud a perpetuidad,


«El estado civil de la contradicción, o su estado
en el mundo
civil: ése es el problema filosófico»
(Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, §125)


En febrero de 1861 el zar Alejandro II dio su aprobación al acta de emancipación de los siervos. Uno de los detalles que más me interesan de la controversia que suscitó la estructura de la reforma es lo que entiendo como la inquietud que ante tal decisión emerge de nuestras formas de sentirnos ofendidos ante, y/o a salvo por, perpetuar las prácticas de la servidumbre, continuando, o no, con una concepción de la servidumbre entendida bajo el aspecto primordial del hurto de la posibilidad de la libertad, instaurado en nuestra sensación de que tal hurto ha de estar siempre a nuestra disposición.

Esto quiere decir que tenemos la sensación de que la servidumbre ha de entenderse bajo el concepto de transferencia de un derecho, de modo que, en palabras de Hobbes en El Leviatán, «cuando un hombre ha abandonado o cedido su derecho, se dice entonces que está obligado a no impedir que aquellos a quienes se ha concedido o dejado ese derecho se beneficien de él; y que debe, y es su deber, no anular ese acto suyo que ha realizado por propia voluntad; y que si causa algún impedimento, incurre en injusticia e injuria.». Esta traslación de la noción de esclavitud a la noción de servidumbre es lo que yo acierto a entender que supone un convenio tras una guerra, al menos antes de la primera convención de Ginebra de 1864 (y, me atrevería a decir, hasta nuestros días, sea cual sea la guerra). Esto es lo que para mí representa, y lo que se deriva de, que la guerra sea una condición primordial del hombre en la concepción liberal del derecho. Hobbes añade: “de cada hombre con cada hombre” como diciendo que podríamos ser capaces de sustraernos nuestra propia libertad de “nuestro cada hombre”, que es como entiendo que cualquier forma soberana de poder político pueda emerger y constituirse a partir de nuestras formas de subordinarnos a figuras enajenadas, algo que se deriva en la forma como podemos ser sumisos a la transmisión de cualquier figura que nos mantenga cautivos.

Un hombre es para un (su mismo) hombre un esclavo de su propia educación. Un hombre es para un (su mismo) hombre el origen de la desigualdad. Esto parece iluminar la idea de que, de algún modo, hemos sido desconocidos para nosotros mismos, que nuestra entrada a nuestro cautiverio se dio tras nuestra derrota en la batalla de nuestro propio conocimiento, que es, asumo, lo que ilumina las palabras de Rousseau cuando se pregunta, en el Discurso sobre la desigualdad entre los hombres, «¿cómo conocer la fuente de la desigualdad entre los hombres si no se empieza por conocerlos a ellos mismos?», del mismo modo que parece iluminar el recorrido de su particular acepción de la “restitución civil” de lo primitivo. Pero sobre todo parece arrojar luz sobre la contradicción de saber que una forma de abolir la servidumbre no elimina la servidumbre, que es tanto como decir que se ha ejecutado una reforma política sin pretensiones de que se haga efectiva, que es, a su vez, un modo de sucumbir al miedo de una revuelta como origen de la actividad política (otra vez nuestra forma de ser esclavos de nuestras formas soberanas). De ahí la ofensa ante, y/o el alivio de, una reforma que, de algún modo, perpetúa la esclavitud, que es, asumo, lo que Tostoi estaba constatando, ofendido, 23 años después, cuando escribía en su diario,

«El poder puede ser no-violencia cuando se reconoce como superior tanto moral como racionalmente. El poder como coacción surge sólo cuando reconocemos como superior lo que no es superior según las exigencias de nuestro corazón y de nuestra razón. La coacción apareció cuando el hombre se subordinó a alguien —fuera este un padre o un zar, o una asamblea legislativa— a quien no respetaba plenamente…» (Lev Tolstói, Diarios, 19/03/1884)

«Después del croquet todo el mundo ayudó a retirar lo del té, y eso hizo reir a los sirvientes. Como si lo risible no fuera que las personas bien alimentadas estén sentadas muertas de aburrimiento y obliguen a la gente que trabaja a perder su tiempo en tonterías.» (Lev Tolstói, Diarios, 24/06/1884)


domingo, 24 de mayo de 2009

Sonata a Pózdnyshev (El disloque),


§1

El filo del puñal curvo de Damasco asoma desenfundado ya. Suena metálico e hiriente el violín en La mayor abriéndose paso. Pózdnyshev la ha encontrado con él y se abalanza sobre los acordes del asesinato. La sonata es imparable…

§2

Ella lo sabe. ¡Con qué grácil gesto mantiene el terror en su pecho! Ha de abandonar su compás y agarrarse al filo de la tragedia para impedir la locura. Pero su fuerza es débil. Y su recio cuello apenas resiste la embestida…

§3

Cruje el corsé y la cuchilla se desliza suavemente cortando sus manos que, en vano, trataban de agarrar el filo…

§4

En vano se retuercen ambos. La muerte asoma…

§5

Pózdnyshev aúlla rojo como la grana y hace un último esfuerzo…

§6

Ya se abre la carne. El tono bajo, el compás lento y comienza el estertor en su maduro pecho….

§7

— Mujer, ¿me odias?
— Sí…
— ¿Sabes por qué lo hice?
— Sí…
— ¿Acaso soy yo el culpable?
— Sí…
— ¿Debo creer que eran lecciones de piano sin más?
— Sí…
— ¿Podrás perdonarme alguna vez, mujer?
— Sí, sí…





viernes, 22 de mayo de 2009

Sonata a Kreutzer (La culpa),


En el instante en que se lo estaba haciendo, yo sabía que estaba haciendo algo horroroso, algo que nunca había hecho y que iba a tener unas consecuencias funestas. Pero esta conciencia brilló como un relámpago, y tras la conciencia del acto vino éste. Y yo era consciente de él con una lucidez inusitada.

Y entonces, a pesar de todo, la agarré por el cuello sin soltar el cuchillo, la tumbé y la quise estrangular. ¡Qué cuello más recio tenía...! Yo sabía que clavaba el cuchillo por debajo de las costillas y que el puñal iba a hundirse. Oí, recuerdo, el instante de resistencia del corsé y de algo más, y luego como se hundía el cuchillo en algo blando. Ella agarró con las manos el puñal, se cortó, pero no lo detuvo.

Ella levantó con dificultad los ojos hasta mí, de los cuales uno estaba magullado, y con gran esfuerzo, con voz entrecortada, pronunció:
—Lo has conseguido. Me has matado…—y en su cara, a través del sufrimiento físico e incluso de la proximidad de la muerte, apareció el odio animal de siempre, el viejo y frío odio que conocía—. Los hijos…de todos modos…no te los doy…
Miré a los niños, a la cara de mi mujer, golpeada, cubierta de moretones, y por primera vez me olvidé de mí mismo, de mis derechos, de mi orgullo, por primera vez vi en ella a una persona…

Mas aquello que en mi opinión era lo principal, su culpa, su engaño, a mi mujer no le pareció, por lo visto, digno de mención.




jueves, 21 de mayo de 2009

La desaparecida,

"...pero seguro que no sabe nada de su actitud en esa fracción de segundo en que se alarga el paso."
Walter Benjamin

"El verso en que perdura la caricia"
Jorge Luis Borges

Sólo conservamos dos imágenes. En la primera, entre filas de estudiantes está ella, cualquiera podría señalarla, aunque no es ella quien aparece. En la segunda los signos se invierten. Ella a penas está: poco más que su antebrazo y una mano que acompaña el pomo de una puerta, y todo ello en una retirada interrumpida. Ella a penas está. Ella, en cambio, aparece íntegra. Íntegra en ese su acompañar a las cosas. Completa en ese su estar desapareciendo siempre de camino con las cosas.


domingo, 17 de mayo de 2009

La colina,

·

Lo saben.
Tiemblan y se retuercen a sólo un tiro de distancia de la colina.
Todos lo saben y pueden vivir con ello.


sábado, 16 de mayo de 2009

La perversa belleza del hambre,


(1) En 1984 Sebastião Salgado fotografía a una madre amamantando a un niño en un campo de refugiados en Etiopía –Children's ward in the Korem refugee camp, Ethiopia, 1984. El retrato resulta ser una versión teñida en hambre de una Madonna lactans que, a la postre, no es otra cosa que un Salgado. Duplicación del exceso. Exceso de forma, y es característico de Salgado ese cromatismo del gris que permite al espectador situarse ante la imagen del niño más maltratado de este cochino mundo y afirmar sin demasiado impudor: "¡oh, es hermosa la humanidad!". Exceso en el tema, porque finalmente de eso se trata: de la humanidad. No basta con fotografiar al hambriento, hay que fotografiar al hambre, al hambre misma sin nombre propio y en toda su extensión. El uso de una imagen alojada en nuestra retina cultural, la introducción de un icono del peso de la Virgen con Niño se pone aquí al servicio táctico de ambos fines: belleza –toda la iconografía mariana en la pintura occidental trabaja para el fotógrafo– y extensión –el mensaje ecuménico adaptado a las autoimpuestas necesidades universalistas de la fotografía humanitaria.

(2) En 1968 John Berger publica en la revista Aperture su célebre artículo "Che Guevara dead". En él se señala cómo la famosa imagen del guerrillero muerto tomada por Freddy Alborta bebía directamente de referentes pictóricos clásicos: La lección de anatomía del profesor Tulp, de Rebrandt, o El Cristo muerto de Mantegna. Por más compromiso con la verdad que tenga una imagen y por mayor que sea su interés documental, siempre hay un momento en la forma de presentación a través del cual entran en juego esquemas de belleza. Desde hace décadas ningún fotógrafo ignora una perogrullada de este calibre. Cada fotógrafo hace uso de ella de un modo distinto.

(3) La perversidad está servida:
"El respeto que profesa el Sr. Salgado, que trabaja sólo en blanco y negro, por los sujetos de sus fotografías, así como su empeño por descubrir el significado más profundo de lo que a ellos les sucede, se plasma en imágenes que son testimonios de la dignidad fundamental de todos los seres humanos". UNICEF
"Lo que yo hago es fotografía ligada estrechamente a la antropología y a la sociología. Yo no sólo muestro los dramas de este mundo, como me acusan algunos; yo muestro, fundamentalmente, el comportamiento humano". Sebastião Salgado, declaraciones a propósito de la publicación de Terra.
"Hoy más que nunca, siento la unidad de la raza humana. A pesar de las diferencias de color, lengua, cultura y oportunidades, los sentimientos y reacciones de toda la gente son similares". Sebastião Salgado, Migrations.


martes, 12 de mayo de 2009

Golpe de fortuna,


Antes de que llegue el final, antes de que todo reviente, voy a ejecutar una última prueba, una última tentativa: dos nudos: de un lado el raquítico cuello de mi humanidad inane, del otro el parachoques del viejo auto. Se necesita un punto de apoyo, en alto, un punto en alto y el principio de polea hará el resto. No se prenderá fuego al cadáver ni se dejará expuesto. No se trata de un linchamiento. Yo no estaré. Estaré levantando acta de los hechos. Un reportaje con palabras sencillas y profundas, tal vez imágenes. Hacen falta imágenes: nada hoy es sin imagen. No me cogerán. No a tiempo. Yo no seré. Después, por mí, puede irse todo al carajo.