martes, 30 de junio de 2009

El asalto,



Cuando Padlock incautaba un paquete de tabaco del bolsillo de un imbécil se daban por entero a las grandes sesiones de humo. Celebraban un imperio de hangares vacíos y fábricas arruinadas, de vagones en vías muertas y almacenes en los que el olor a cartón mojado no sucumbía siquiera a los rigores del verano. Todo aquello les pertenecía. Todo. Magnates de lo podrido en los mercados, si no se les invitaba a la mesa del mundo iban a estar listos de todos modos para encaramarse y sentarse a comer.


sábado, 27 de junio de 2009

La distancia moral,


«¿Víctimas? No seas melodramático. Mira allí abajo. ¿Sentirías compasión por alguno de esos puntitos negros si dejara de moverse? Si te ofreciera 20.000 dólares por cada puntito que se parara, ¿me dirías que me guardase mi dinero o empezarías a calcular los puntitos que serías capaz de parar? [...] Temo que no acabas de ver las cosas con claridad. Nadie piensa en términos de seres humanos, los gobiernos no lo hacen. ¿Por qué íbamos a hacerlo nosotros? Hablan del pueblo, del proletariado... y yo de los tontos y de los peleles, que es lo mismo.»

Harry Lime, El Tercer Hombre





lunes, 22 de junio de 2009

Fango,


Maldijo la tierra de aquel jodido condado. Maldijo cada palmo de la tierra arcillosa y pesada del estado de Alabama y supo que la justicia no llegaría de los perros que ya escuchaba ladrar en el límite de los campos ni de los cañones de los Woods o los McGuire, sino del lastre que aquel fango añadía a sus pies.
Los pasos estaban cumplidos. Colgarían un harapo del primer árbol que encontrasen y ese harapo sería él, y los diez centímetros de barro endurecido en sus zapatos tirarían de su cuerpo hasta desconyuntarle el pescuezo para volver a ser tierra entre la tierra.


sábado, 20 de junio de 2009

Lápiz,

·

Lo mató con un lápiz. Mientras dormía, le hizo siete agujeros en el pecho. No podía soportar su genialidad.


martes, 16 de junio de 2009

Genital Stratocaster,


Fue así, agente ¡LO JURO! Llegué a casa y le dije «nena, me han despedido» y ella «¡no eres más que un vago hijo de perra, Jimmy! ¡si dedicaras al trabajo lo mismo que a la botella seríamos ricos! Pero te has bebido toda la pasta y no tenemos ni para una patata podrida». ¿Cree usted que me dijo algo para consolarme? ¡Y una mierda! ¡Que no tenemos ni para una patata podrida! Pero tenía razón. Mire agente… Lewis, ¿puedo llamarle Lou? Mira Lou, si yo le trajera a esa zorra la patata más podrida y apestosa de la tierra ella la cocinaría de manera que supiera a carne tierna con salsa de higos frescos y nueces. ¡No sé cómo carajo lo consigue, pero es así! Tú sabes de qué va esto, ¿verdad Lou? Maldita sea, todos lo sabemos. Llega un momento en la vida que te conformas con un techo, un coño, un coche y un perro sarnoso. ¿Por qué demonios iba yo a matarla porque sí, después de aguantarla durante tantos años? Así que para no partirle el cráneo subo arriba y AGARRO LA GUITARRA. Pero ¡Ay, maldita (bendita) guitarra! ¡La culpa la tiene esa guitarra, Lou, hazme caso! La rasqué completamente furioso y sonaron esos acordes guturales, procedentes de alguna cavidad negra e indecente que traían consigo una calidez genital, animal, cavernosa, ¿me entiendes, Lou? Y luego esa electricidad sexual y profunda rozándome las entrañas tan sensualmente. No pude siquiera pensar en entender qué estaba ocurriendo, porque de pronto llegó desde el perineo un relámpago que me tensó la espalda y obligó al pecho a buscar desesperado el cielo en un arco imposible y frenético. Sentí cómo los intestinos se contraían con fuerza y cómo me faltaba la respiración durante unos segundos. De pronto la realidad se hizo sublime por unos instantes y apareció esa bruma púrpura que se desparramó por todas partes. Y allí estaba yo, la guitarra, el cochino perro aullando, la bruma púrpura y ella corriendo hacia el aseo, gritando enloquecida… ¿qué opinas, Lou?
—¡Joder Jimmy, no lo sé! No sabía que con una Fender se pudiera hacer esto.
—Yo tampoco, Lou. Sólo probé con unos acordes…




domingo, 14 de junio de 2009

Libélulas para Mrs. Nutt,


No, no sigue. Esto no sigue más Mrs. Nutt. Ya no más coleteros ni más braguitas con volantes. No más Annie Margarets con la boca partida. No más libélulas en el porche de atrás.
Ya no cazo más para usted, Mrs. Nutt.
Supongo que ahora tendré que devolverle su maldito violín.
Me tiene sin cuidado. Ese chisme hace mucho que no suena como debe sonar un violín.


lunes, 8 de junio de 2009

Dorothea Lange, U.S. 99


Calexico, Bakersfield, Famoso, Tulare, Fresno, Sacramento...
Es un duro camino el de servir al Señor.

En la U.S. 99. Cerca de Brawley, Imperial County. Madre sin hogar con el más pequeño de sus siete hijos, a pie por la carretera desde Phoenix, Arizona, donde cosechaban algodón. Se dirigen a San Diego, donde el padre espera conseguir ayuda "ya que una vez vivió allí".

Madre de tres, cinco, siete, once niños... No lo conseguimos. Queremos regresar. Nos hemos fundido el coche. Nos hemos fundido la tienda. Vivimos como cerdos... Es un duro camino el de servir al Señor.

Quieren volver a Missouri si alguna vez consiguen el dinero.
La próxima vez prueba con el tren
Viaja mientras duermes
Southern Pacific

Arruinados, el bebé enfermo, problemas con el coche... Nos morimos de hambre y nos alimentamos de quizás. Tal vez podríamos encontrar algún trabajillo si consiguiésemos algo para ir tirando.
Se buscan recolectores de algodón
Cabañas amuebladas
No dicen cuánto pagan.

Es un duro camino el de servir al Señor.






martes, 2 de junio de 2009

Lo que leen los niños,


Todo dispuesto y preparado para matarlos de hambre. Dejarlos morir por la acción coordinada de maestros y pedagogos y centros escolares y con el beneplácito de padres y madres. Con el beneplácito de sus propios padres y sus propias madres que, en su papel de cuidadores, en su creencia de que proteger es todo cuanto cabe esperar de su obligación de cuidar, están dispuestos a dar de comer a sus criaturas lecturas salvajemente diezmadas y aderezadas, lecturas adaptadas, lecturas de hambre.
Adaptadores: adultos probablemente ejercitados en una dieta cada vez más pobre y que, por ello, son incapaces de representarse siquiera la posibilidad de que un niño pueda apreciar, degustar y saciarse en los alimentos más suculentos y en las cantidades más copiosas que pueda suministrar la cultura: Homero, Shakespeare, Swift, Melville... adaptados, como otro de los modos de esquivar esta cultura temerosa la necesidad de medirse consigo misma, de deglutirse y digerirse y prestarse fuerza a sí misma.
Proteger a un niño de Homero tanto como se le protege de los hombres que miran desde la valla del patio, ¿por temor a qué?, ¿por la previsión de qué posible daño, de qué posible exceso: exceso de apetito, exceso de fuerza? Toda educación incurre tarde o temprano en alguna de las formas del crimen. Afortunadamente, el día que estos espíritus lesionados vayan a ponerse en pie no tendrán apenas noticia de lo que se les adeuda y todo volverá a estar preparado y dispuesto para una nueva partida de hambre, para otra remesa de adaptaciones aún más adaptadas.