martes, 23 de septiembre de 2008

Paraísos cotidianos,

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En el prólogo de Los conjurados escribe Borges:

"Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso."

Es una frase que muchos llevan en el bolsillo, atesorada como un respaldo para concebir que todo es susceptible de ser visto como hermoso. Esa mirada necesariamente positiva que banaliza el mundo no tiene, creo, nada que ver con Borges, y para quien vaya buscando eso hay libros de sobra. Queda claro en el drama que esconde lo que sigue al primer punto: poblamos el paraíso al menos un instante cada día y, entonces, somo expulsados una vez más al instante siguiente y el éxodo continúa. Pero irremediablemente ahí siguen los paraísos cotidianos y tan fácil resulta pensar esta salvación transitoria como una recompensa a la travesía, como ver en ella una broma macabra. Irremediablemente ahí siguen. Por suerte ahí siguen.




sábado, 20 de septiembre de 2008

Follando a máquina,



En algún lugar del Trópico de Cáncer, Van Norden y el narrador -la ficción autobiográfica del propio Henry Miller- se dirigen a la habitación del primero en compañía de una puta. La muchacha está llena de frío y hambre y el negocio, ya preparado, está a punto de desatar un juego de imágenes en el que la guerra, la máquina y el espejo se solapan sobre dos cuerpos que follan como llevados por un engraneje, como a piñón:

"Mientras veo a Van Norden zumbándosela, me parece que estoy viendo una máquina cuyos engranajes se han soltado. Si se los dejase así, podrían seguir de ese modo para siempre, crujiendo y soltándose, sin que ocurriera nunca nada. Hasta que una mano pare el motor."

Henry Miller, Trópico de Cáncer

Cuando la prostituta comienza con sus preámbulos ya aparece el cuerpo-máquina -"en la habitación se pone a hacer los preparativos maquinalmente [...], se pone en cuclillas sobre el bidet." (Ibíd.)-, pero en ello no hay sorpresa sino sólo la constatación del aspecto maquinal que todo oficio en cuanto técnica entraña. Lo que chirría de esos cuerpos follando a máquina es la falta de un interruptor, de una mano que, como la del mecánico, haga las veces de la pasión en este espectáculo sin término. Porque la pasión, ese hecho que el narrador identifica como límite, precisa un término, se conduce a él como el final que da sentido a la acción.

"No podría diferenciar ese fenómeno de la caída de la lluvia ni de la erupción de un volcán. Mientras falte esa chispa de pasión, la actuación carecerá de significado humano."

Henry Miller, Ibíd.

En todo esto ve poco quien ve un juicio sobre la profesión de la prostituta o sobre los Van Norden, que solicitan sus servicios de este modo. La falta de pasión -el quid- es mucho más visible en quien folla como llevado por pistones, pero existe igualmente en quien come a máquina, en quien piensa a máquina, en quien disfruta a máquina. Frente a todas estas formas de vida sin auténtico significado humano uno puede fácilmente comportarse -como el narrador hace- como un espectador ante el espectáculo, con la salvedad de que para ver cuerpos hechos máquina es preferible ver máquinas auténticas, pues "la máquina es mejor espectáculo" (Ibíd.).


miércoles, 10 de septiembre de 2008

Flâneurs en la blogosfera,

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Junto a los nombres de santos, próceres, generales y padres de las patrias, existen en algunas ciudades calles dedicadas a seres fantásticos, chistes, giros del lenguaje. Componen una especie de geografía emocional, un recuerdo de las pequeñas luchas, que se resiste a sucumbir a la almidonada lógica del homenaje y al racionalismo de las avenidas numeradas.
Walter Benjamin recuerda en el Libro de los pasajes, que en París existieron -o todavía existen- calles como la rue des Mauvais Garçons -calle de los chicos malos, que existe-, la rue Femme-sans-Tête -calle de la mujer sin cabeza, que existió- o la rue du Chat qui Pêche -calle del gato que pesca, que existe. De entre la banal construcción de lo cotidiano por parte del urbanismo, el situacionista Gilles Ivain destacaba, entre otros, el nombre de la rue Sauvage -calle salvaje, que existió y ya no existe más- como un "último estadio del humor y de la poesía" presente todavía en los carteles de las calles.

Desde Rosas entre la mierda proponemos el concurso "Flâneurs en la blogosfera" para todos aquellos amantes del vagar por calles insólitas.
1. El objetivo: Se tratará de consignar en los comentarios a este post los nombres de calles que, por sus cualidades cómico-poéticas, puedan destacarse de los que vienen empleándose al uso.
2. El premio: Como recompensa se ofrece un hermoso paseo en compañía de las damas que ilustran estas palabras y, tal vez, un retrato de Baudelaire sin dedicatoria.
3. El plazo: Hasta el 10 de noviembre del presente año 2008.

Buena suerte.


viernes, 5 de septiembre de 2008

Azar Dadá,


De entre todos los pasajes en que Dadá expone su peculiar amor por el aspecto lúdico del azar en la creación de textos, tal vez el más conocido sea aquel de Tristan Tzara en el que da las instrucciones "Para hacer un poema dadaísta":

"Coja un periódico.
Coja unas tijeras.
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que quiera darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte a continuación con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa.
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted, y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida por el vulgo."

Tristan Tzara, "Dadá manifiesto sobre el amor débil y el amor amargo", en Siete manifiestos Dadá

En su Historia del dadaísmo, Hans Richter recuerda otra técnica consistente en lanzar contra el suelo o contra un papel una serie de palabras recortadas, para sentir lo grácil de la distribución casual en el espacio de las palabras convertidas, en una clara evocación al libro de Mallarmé, en dados lanzados al aire.

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A todos aquellos que han llegado a creer que "cortar" y "pegar" no son más que dos comandos -Ctrl+X y Ctrl+V, respectivamente-, no se les puede recomendar que prueben estas técnicas Dadá. En cambio, pueden pasarse por Wordle, donde podrán obtener sencillamente imágenes como la que encabeza este artículo y que, de algún modo remoto, parecen inspirarse en aquel recuerdo de Richter.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Gratis,

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"Shelly: [...] Tiene gracia, cuando no puedes pagarte algo todo resulta muy caro y, cuando puedes pagártelo, te lo regalan. Todo al revés, ¿no crees?"

Jim Jarmusch, Coffee and cigarettes


lunes, 1 de septiembre de 2008

Yo habitado,


La escritura de Mário de Sá-Carneiro se cuenta, sin duda, entre la de aquellos que -en palabras de Blanchot- "poco a poco reconocen que no pueden conocerse, sino únicamente transformarse y destruirse, y que prosiguen ese extraño combate en el que se sienten atraídos fuera de ellos mismos". El gran destello de esta forma, que se iría cuajando en el espacio abierto entre el "llega a ser el que eres" y el "conócete a ti mismo", se encuentra en el lema de Rimbaud, en aquel "Je est un autre" que abre las puertas a todos los rumbos perdidos. Porque de ese yo que ya no se sabe asir, de esa identidad sin lugar, no se puede esperar una arquitectura sino sólo tal vez una caracterización del tempo, y esto sólo como tentativa. Por eso la escritura de Mário de Sá-Carneiro tiene algo de ensayo. Por eso su proliferación de imágenes padece de una honda desesperación.

En su Libro de los pasajes, Walter Benjamin recoje una cita -no sabría ahora decir la fuente- en la que se dice "viajo para conocer mi propia geografía". Para un yo multiplicado, siempre sumergido en el proceso de llegar a ser otra cosa, la experiencia del viaje resulta paradigmáticamente reveladora, como una aceleración de la alteridad que dibuja un segundo espacio, un espacio interior tan vasto y desconocido como el espacio exterior. En El cielo en llamas, Sá-Carneiro tomas los dos tramos de esa forma de percibir el viaje.

"El movimiento... los viajes... [...]
Después de vagabundear durante algún tiempo, perdido, en otros países, olvido quién soy, casi, y no me lo hacen recordar ni la atmósfera ni el paisaje... ni las personas que me rodean... Y pienso si de verdad seré yo mismo; me convenzo de que no lo soy... Nunca pude creer que fuéramos absolutos: el medio que nos envuelve es también una parte de nosotros, suguramente. Así que tenemos que cambiar en el alma -y puede que también en el cuerpo, quien sabe- según el lugar en el que nos encontramos."

Mário de Sá-Carneiro, "La gran sombra", en El cielo en llamas

Pero si "el medio que nos envuelve es una parte de nosotros", no es aventurado pensar que nosotros mismos no seamos más que un medio diverso que se sigue a todas partes insistentemente, sin reposar en un lugar propio:

"París, 1908 - Octubre, 12
[...] Si yo fuera quien soy... ¡Qué triunfo!

[...] Noviembre, 15
¿Seré una nación? ¿Me habré convertido en un país?
Puede ser.
Lo cierto es que siento plazas dentro de mí.

Noviembre, 16
Me he convertido en una nación...
...Grandes carreteras desiertas... árboles, ríos, torres... puentes... muchos puentes...
No me puedo abarcar. Me sobro. Me agito dentro de mí."

Mário de Sá-Carneiro, "Yo mismo y el otro", El cielo en llamas

Y yo mismo, seguramente, debe estar esperándome, ya perdido, algunas calles más allá.