En algún lugar del Trópico de Cáncer, Van Norden y el narrador -la ficción autobiográfica del propio Henry Miller- se dirigen a la habitación del primero en compañía de una puta. La muchacha está llena de frío y hambre y el negocio, ya preparado, está a punto de desatar un juego de imágenes en el que la guerra, la máquina y el espejo se solapan sobre dos cuerpos que follan como llevados por un engraneje, como a piñón:
"Mientras veo a Van Norden zumbándosela, me parece que estoy viendo una máquina cuyos engranajes se han soltado. Si se los dejase así, podrían seguir de ese modo para siempre, crujiendo y soltándose, sin que ocurriera nunca nada. Hasta que una mano pare el motor."
Henry Miller, Trópico de Cáncer
Cuando la prostituta comienza con sus preámbulos ya aparece el cuerpo-máquina -"en la habitación se pone a hacer los preparativos maquinalmente [...], se pone en cuclillas sobre el bidet." (Ibíd.)-, pero en ello no hay sorpresa sino sólo la constatación del aspecto maquinal que todo oficio en cuanto técnica entraña. Lo que chirría de esos cuerpos follando a máquina es la falta de un interruptor, de una mano que, como la del mecánico, haga las veces de la pasión en este espectáculo sin término. Porque la pasión, ese hecho que el narrador identifica como límite, precisa un término, se conduce a él como el final que da sentido a la acción.
"No podría diferenciar ese fenómeno de la caída de la lluvia ni de la erupción de un volcán. Mientras falte esa chispa de pasión, la actuación carecerá de significado humano."
Henry Miller, Ibíd.
En todo esto ve poco quien ve un juicio sobre la profesión de la prostituta o sobre los Van Norden, que solicitan sus servicios de este modo. La falta de pasión -el quid- es mucho más visible en quien folla como llevado por pistones, pero existe igualmente en quien come a máquina, en quien piensa a máquina, en quien disfruta a máquina. Frente a todas estas formas de vida sin auténtico significado humano uno puede fácilmente comportarse -como el narrador hace- como un espectador ante el espectáculo, con la salvedad de que para ver cuerpos hechos máquina es preferible ver máquinas auténticas, pues "la máquina es mejor espectáculo" (Ibíd.).
6 comentarios:
Trabajar a máquina, pensar a máquina, vivir a máquina... a veces, en esta vida llena de símiles mecánicos (a veces los símiles tienen la trampa de ser un poco más que símiles) hay que recargar las pilas, y para eso están las Vacaciones, ¿tal vez?
Y seguramente no me he explicado bien, aunque el final más o menos lo sugiere, pero lo que aquí lamenta Miller es que eso que está viendo no sean dos máquinas, porque para ver follar a dos que son como máquinas rotas, mejor ver follar a dos auténticas máquinas perfectamente engranadas. Estoy de acuerdo en que todo símil conlleva una transferencia, pero es preciso ver en qué dirección va.
Un saludo.
Bueno... está bien... aunque es eso lo que Miller dice, lo que yo comento tiene más que ver con una crítica al hecho de que en ocasiones, con respecto a ciertas cosas, nos comportamos como máquinas, desinteresadamente -Miller diría, siguiendo el hilo del texto, como máquinas rotas, sin un interruptor. En todo caso, me niego a condenar todos los símiles maquinistas y maldigo tu buena memoria, Gerolamo.
Saludos.
PD: Todo esto sólo tiene sentido si antes se leen los comentarios al post "Vacaciones, tal vez".
Me arrancas una sonrisa (no en el sentido de engegar o turn on, sino más bien de "sacar de dentro") y te lo agradezco.
Conozco infinidad de "máquinas" similares...
Ahora que he leído tu post, me animaré a leer el libro :)
Besos chilangos
Hola Dolores,
Si este blog sirve para que alguien se anime a leer un libro, entonces este blog sirve de mucho más de lo que cabía esperar. Ya me contarás qué sacas de tu experiencia como lectora del Trópico.
Un abrazo.
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