La sombra de los grandes hombres es alargada, tanto que en ocasiones cubre no sólo la necedad sino también la discreta genialidad de sus contemporáneos. Las genialidades resultan ser especialmente discretas si se encarnan en una mujer.
La Generación perdida -Lost Generation-, como etiqueta, aparece en un taller de reparaciones en el que Gertrude Stein había depositado su confianza para subsanar los problemas en el contacto de su Ford T. Ernest Hemingway, quien popularizaría la expresión al incluirla en el epígrafe de su primera novela, The Sun Also Rises -Fiesta, en la edición castellana-, explica la anécdota que le dió origen en el libro que recoje sus recuerdos de aquellos años, A Moveable Feast -París era una fiesta:
"Tuvo pegas con el contacto del viejo Ford T que entonces guiaba, y un empleado del garaje, un joven que había servido en el último año de la guerra, no puso demasiado empeño en reparar el Ford de Miss Stein, o tal vez simplemente le hizo esperar su turno después de otros vehículos. El caso es que se decidió que el joven no era sérieux, y que el patron del garaje le había reñido severamente de resultas de la queja de Miss Stein. Una cosa que el patron dijo fue: «Todos vosotros sois une génération perdue.»
-Eso es lo que son ustedes. Todos ustedes son eso -dijo Miss Stein-. Todos los jóvenes que sirvieron en la guerra. Son una generación perdida."
Ernest Hemingway, París era una fiesta
Poco después, bajo el paraguas de este afortunado nombre comienza a agruparse al círculo de escritores norteamericanos expatriados que se formaría en París tras la Primera Guerra Mundial. John Dos Passo, Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner, Ezra Pound o John Steinbeck se cuentan como miembros indiscutibles del grupo en prácticamente todas las listas. Pero, ¿quién es Gertrude Stein? Podemos resolvernos en la tautología de afirmar que esta Gertrude Stein es la misma Miss Stein cuyo Ford T facilitó el nombre a una generación de escritores.
Lo triste de la cuestión es que, en el mejor de los casos, la historia de las mujeres que participaron en aquel movimiento cultural se resuelve en este tipo de afirmaciones derivadas de los escritos autobiográficos de sus compañeros de fatiga. Eso, en el mejor de los casos. Esta situación que comparten nombres como el de Gertrude Stein o el de Sylvia Beach se niega, en cambio, a otros no menos reconocibles: ¿quién es Djuna Barnes?, ¿quién es Solita Solano?, ¿quién recuerda a Jane Heap o a H.D. -Hilda Doolittle-? No es extraño que Djuna Barnes se autocalificase como "la escritora desconocida más famosa del mundo", pues hubo una generación que se perdía al paso de la Generación perdida.
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