domingo, 22 de marzo de 2009

Las horas de humo,



El humo sellaba el tiempo. Era como si sólo fumando fuésemos a pasar a la hora siguiente, y fumábamos a todas horas, en todas partes y a todas horas. Fumábamos en la cama, antes de acostarnos y ya dormidos, y antes de follar y después de follar y mientras follábamos, como si fuésemos máquinas de joder echando humo a escape. Fumábamos para ponernos en la cara quiénes éramos y para poder ser alguien, porque uno podía tener el cigarrillo entre los dientes como un perro de presa, o medio caído y casi apagado y retorcido como en la boca de un perdedor, o cogido firmemente con la decisión de un Churchill o un Eisenhower. De algún modo aquello nos salvaba. Nos salvaba de lo que hubiese del otro lado del humo, del otro lado de las horas, y si quedaba por llegar un minuto que fuese el último, bien, aún quedaba tiempo para echar un pitillo y después terminar de una jodida vez.


1 comentario:

Anónimo dijo...

El lunes por la noche, cuando ya teniamos mas de demediada una botella de cava vi esta entrada del blog y me dio por leerla en voz alto. Las palabras que emanaban de mi boca reverberaron transcendeltalmente y por momentos quedaban flotando en el aire, mezclandose unas con otras. Se podian ver aunque no tocar. Justo como el humo al que se dedica este post...
Mesetario.