miércoles, 30 de septiembre de 2009

La lucha,


He sentido crujir las costillas, pero continúo. Hace rato que noto el sabor metálico que producen los golpes en la cara, pero todavía no he visto sangre. Por ahora me centro, encajo los golpes, e intento encontrar un hueco. Acepto el dolor. Paladeo el dolor. Lo disfruto como una lengua áspera que me lame el cuerpo. El sufrimiento no enseña nada; sufrir es siempre innecesario. El dolor, sin embargo, es un gran maestro que sólo es radical y docente cuando se lo acepta. Cuando uno lo niega y rechaza, comienza el sufrimiento. Otro golpe. Esta vez sí, noto una gota derramarse hasta mi boca. El simple notar del corrillo de la sangre, no los golpes, me hace derrumbarme. Justo entonces, el combate se acaba.


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