jueves, 23 de agosto de 2007

La peste,


El cuerpo paralizado, enfermo, llamado a la muerte, es una de las imágenes más persistentes de la literatura contemporánea. Como si un cuerpo humano llegado a las postrimerías indicase en la dirección inequívoca de un orden social que toca sus últimas horas, los escritos del pasado siglo XX -aunque ya desde el XIX- se poblaron de personajes tullidos, aquejados de ataques febriles, de una profunda crispación nerviosa, etc. El manco Franz Biberkopf, el palúdico Ferdinand Bardamu, todos los tuberculosos de Thomas Mann, el cáncer para Henry Miller ("El mundo que me rodea está desintegrándose y deja aquí y allá lunares de tiempo. El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo." Henry Miller, Trópico de cáncer), y la peste en Albert Camus. Como correlato, tal vez como telón de fondo y, en buena medida, como inspiración, encontramos textos de la tradición más clásica en los que el cuerpo humano y el cuerpo social se ven sometidos a la virulencia de la epidemia.


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