domingo, 26 de agosto de 2007

Escrito a máquina,

Henry Miller, en Trópico de Cáncer:

"Soy una máquina de escribir. Ya está puesto el último tornillo. Esto pita. Entre la máquina y yo no hay divergencia. Yo soy la máquina..."

Probablemente, uno de los fragmentos de la literatura contemporánea en que se explicita de forma más clara el amor a la máquina. En el oficio de la escritura, como en tantos otros, ha llegado a ser absolutamente deseable la perfecta implementación entre hombre-obrero y máquina. Evidentemente, el fragmento no deja de aludir a la ficción de estilo directo de la obra de Miller, a esa necesidad del narrador de "consignar todo lo que se omite en los libros". Ahora bien, en él también se transluce el hecho de que en ausencia de la máquina como mediador tal estilo sería imposible.

Junto a la historia de los medios técnicos implicados en la escritura (por ejemplo, el célebre Febvre, L. y Martin, H.-J., La aparición del libro), hay toda una historia posible de la literatura basada en los fragmentos en que los narradores rinden tributo o confiesan la relación con sus utensilios de trabajo. Sería una historia de esos momentos en que lo que queda más allá del borde de la página deja una hueya en la página misma, transfigurado por la narración que lo recoge. Una historia de las ficciones sobre el oficio de la escritura.

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