«Le dije que estaría oscuro, y él dijo que odiaba la luz del día.
Le dije que sería muy solitario, y él dijo que prostituía su mente hablando con personas inteligentes.
Le dije que estaba loco y él dijo que Dios le guardara de la cordura.
(Dios ciertamente lo hará.)»
Le dije que estaba loco y él dijo que Dios le guardara de la cordura.
(Dios ciertamente lo hará.)»
La cultura exige de mí un compromiso: que abrace la diferencia y que muera para la sociedad siempre abrazando la diferencia y, por tanto, que muera en soledad y sólo por esa soledad de la sociedad, porque estar abrazado a la diferencia es estar abrazado a la soledad por siempre y sólo a la soledad, pero también, y por eso, a la cultura por siempre y, por eso, sólo y por siempre a mis ideas. Ahora: una comunidad que exige de mí abrazar siempre y sólo mis ideas, hablar y escribir sólo de mis ideas, sólo sobre mis ideas y por ellas, y así conseguir el respeto de esa comunidad sólo por mi diferencia y por mis ideas y por mi soledad con mis ideas. Por eso no debo ser condescendiente con mis ideas y mucho menos con los lectores de mis ideas, porque de ese modo, es seguro, consiguen traspasar fácilmente el último límite que me separa del mundo y de ese modo, es seguro, me aniquilan, y aniquilan justo mi diferencia por ello, y justo por ello mis ideas y por ello, también a mí mismo, porque me encuentran solo e inseguro y abrazado de forma desesperada y demencial a mis ideas, pues sólo así cumplo con lo que la cultura exige de mí, pues, es seguro, y también manifiestamente claro que de esa desesperación y demencia, pero, sobre todo, de la fuerza sobrehumana de esa desesperación y demencia, depende mi intimidad. Y ahora es manifiestamente claro que necesito con urgencia una fuerza sobrehumana que remedie mi debilidad sobrehumana y mi condescendencia sobrehumana con mis ideas y con los lectores de mis ideas, lo que he aprendido a considerar como un pecado sobrehumano que precipita siempre mi fin y por eso es más humillante si cabe que cualquier otro pecado capital. Ese pecado lo he cometido siempre y lo vuelvo a cometer siempre (hoy) porque dejo constantemente mis ideas al descubierto de un modo fácil y natural y por ello enfermizo por cuanto es el resultado natural de mi propia debilidad sobrehumana, reflejo de mi intimidad sobrehumanamente enfermiza. Dejo mis ideas al descubierto y las doy en bandeja de plata al lector de mis ideas, y esa facilidad y naturalidad elimina todo mi sufrimiento y mi trabajo de mis ideas, y esa facilidad y naturalidad las hace, por ello, vulnerables. Porque nadie, hoy, quiere sufrir ni está dispuesto a sufrir, y mucho menos a sufrir por unas ideas, pero menos aún a sufrir por mis ideas. Así las toman y las poseen sin sufrir y con deleite, y me las muestran sin sufrir y con deleite, y entonces ya casi no son mis ideas si no fuera porque retienen lo justo de mí para que me sienta, sin sufrir y con deleite, y por ello del modo más detestable posible, su asesino, así mi perversidad. Constantemente condescendiente y asesino y por eso humillado y perverso constantemente. Volver a pecar siempre y sólo por culpa de mi debilidad sobrehumana y por ello necisitar la desesperación y la demencia y, sólo por eso, la escritura y su fuerza sobrehumana. Una y otra vez, y por siempre, yo con mis ideas en la cultura. Una y otra vez, pecar y escribir y sólo por eso siempre en soledad y abrazado a mis ideas.
1 comentario:
Acabo de descubrir este blog. Es magnífico, de lo mejor que he visto por la red últimamente. Djuna Barnes, Cioran, Eurípides. Yo no tengo blog pero si hiciese uno me gustaría uno como este.
Otra cartera (fracasada)
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