domingo, 6 de septiembre de 2009

Un trabajo en Little Italy,



La noche era plomiza y salvaje, negra, palpitante, tensa. Un par de cientos por adelantado servían para no pensar. Billy iba al volante. Seguimos al tipo por la calle Hester hacia Chinatown. Cuando llegamos al cruce con Mulberry Billy paró a su lado y yo me deslicé fuera del coche con el revolver nervioso cortando la noche. Antes de que pudiera hablar ya estaba tirado con el pecho lleno de plomo. Matar era fácil en Little Italy. Mientras nos alejábamos pude ver a los rateros y a las fulanas, a los mendigos y los maníacos, a todos aquellos criminales raquíticos saliendo de sus madrigueras para desvalijar al fiambre. Teníamos tiempo para largarnos lejos de allí. Nadie llama a la pasma hasta que el pobre diablo está limpio.


4 comentarios:

Deprisa dijo...

Corto, pero has logrado que me sumerja en el ambiente totalmente ;)

Un salduo negro,
Deprisa

Jan Kowalski dijo...

En ocasiones relampagueamos y aparece la verdad en un jirón de la noche. El trueno viene después, pero la verdad ya ha desaparecido.

Aprecio tu negrura,

J. Kowalski

JAVICOR dijo...

Que buenas rosas, para un ambiente tan denso. Un saludo.

B.J. Turner dijo...

Sr. Kowalski, he de confesar que vuelvo una y otra vez a la lectura de este texto, a la plasticidad con que se perfila esa rapiña humana lanzándose sobre un cuerpo tendido. Si algo ha de ser la escritura es ritmo, y si algo es esto es escritura.