domingo, 18 de noviembre de 2007

Usos del placer,

“La pobreza la había obligado a posar por horas para los estudiantes del Atelier. Clea, que sólo la conocía de oídas, pasó por la larga galería un día en que Justine posaba y, sorprendida por la oscura belleza alejandrina de su rostro, la contrató para hacerle un retrato. Así fue como crecieron esas largas conversaciones en el silencio de la pintora; porque a Clea le gustaba que sus modelos hablaran libremente, con tal de que no se movieran. Eso daba a los rasgos una vida submarina y cargaba las miradas de interpretaciones inconscientes de su pensamiento, la verdadera belleza de la carne, que sin eso sería tan sólo carne muerta.
(…) Era «blanca de corazón», como dice la expresiva frase árabe, y mientras pintaba la cabeza y los hombros oscuros de Justine sintió de pronto como si, toque tras toque, el pincel hubiera empezado a imitar caricias que ella no había imaginado ni siquiera pensado permitirse. Y mientras escuchaba aquella voz profunda y bien timbrada, tan deseable por pertenecer al mundo activo y viviente de la experiencia, contenía la respiración tratando de pensar solamente en los signos inconscientes de buena educación de su modelo: manos inmóviles sobre el regazo, voz baja, reserva reveladora del verdadero poder. Pero incluso ella, con su inexperiencia, poco más podía hacer que compadecer a Justine cuando le oía frases como: «No soy demasiado buena, ¿sabes? Arnauti solía decir que sólo sé dar tristeza. Él despertó mis sentidos y me enseñó que lo único que cuenta es el placer, que es el polo opuesto de la felicidad, su lado trágico, me imagino».”

Lawrence Durrell, Balthazar


No hay comentarios: