
(2) En un pasaje de Las confesiones de un inglés comedor de opio, el protagonista cuenta los placeres que el opio le proporciona en sus sábados orgiásticos y la relación que dichos placeres tienen con la asiduidad a dos espacios contrapuestos: la ópera y los alrededores de los mercados, donde las clases populares acuden a invertir su salario:
"llevado por la intención de asistir en lo posible a un espectáculo por el que sentía tan plena simpatía, era frecuente que los sábados por la noche, después de tomar opio, me echase a caminar, sin fijarme en la dirección ni en la distancia, hacia los mercados y otros lugares de Londres donde acuden los pobres la noche del sábado para gastar su dinero."
Thomas de Quincey, Confesiones de un inglés comedor de opio
En esas salidas, junto al trato con los desfavorecidos el protagonista aprende algo sobre la ciudad onírica, sobre la ciudad narcotizada. La experiencia de la ciudad tomada por el hilo del opio se aproxima de modo inverosímil a la vivencia del viaje oceánico:
"A veces, en mis intentos de navegar de vuelta a casa con arreglo a los principios náuticos, fijando la mirada en la estrella polar y buscando ambiciosamente el paso del Noroeste en lugar de circunnavegar todos los cabos y puntas que doblara en mi viaje de salida, terminaba por tropezarme con los más arduos problemas en forma de callejuelas intrincadas, entradas misteriosísimas y calles sin salida, que eran como enigmas de la esfinge que hubiesen burlado la audacia de los mozos de cuerda y confundido el intelecto de los cocheros. Casi me persuadía por momentos de ser el primero en descubrir algunas de esas terrae incognitae y dudaba de que figurasen en los mapas modernos de Londres."
Thomas de Quincey, Ibíd.
(3) Tomar un mapa de la ciudad que se habita y una botella de bourbon; trazar los itinerarios habituales durante el tiempo que se estime necesario (para la mayoría un semestre bastará); el espacio sin trazos valdrá como terrae incognitae, es decir, como objetivo; lanzar una moneda o cualquier otro objeto sobre el mapa, de tal manera que marque un punto aproximado de destino dentro del área-objetivo (el rigor es aquí contraproducente); dejar el mapa en casa, salir a la calle, ingerir dosis suficientes de bourbon e iniciar una aproximación zigzagueante a la zona indicada por la moneda; lograr el objetivo y regresar por el camino más corto a casa.
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