A lady Mongolia
Yo quería ser un piel roja. Tal vez porque aún llegué a tiempo de tener una de aquellas infancias con indios de plástico, o quizá porque me encontré a tiempo con aquel texto de Kafka llamado Deseo de ser piel roja, y que dice todo lo necesario tan a las claras:
"Si uno pudiera ser un piel roja, siempre alerta, y sobre un caballo que cabalga veloz, a través del viento, constantemente estremecido sobre la tierra temblorosa, hasta quedar sin espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta perder las riendas, porque no hacen falta riendas, y que en cuanto viera ante sí el campo como una pradera rasa, hubieran desaparecido las crines y la cabeza del caballo."
Y digo que quería ser un piel roja porque a esta imagen del guerrero de las praderas se ha venido a añadir últimamente la del jinete mongol. La historia de esta intersección puedo reconstruirla perfectamente. Primero fue el encuentro con el blog Viaje al ojo de un caballo, Veinte días en Mongolia, escrito con una admirable sensibilidad por Carlos Jiménez Arribas, quien en 2006 viajó hasta Mongolia para encontrarse con los últimos caballos salvajes del mundo. Poco más tarde sucedió Un día en Mongolia, exposición que pretende aproximarnos a las formas de vida de los nómadas mongoles en la estrecha interrelación que en ellas se produce entre elementos eminentemente prácticos y elementos simbólicos. Si bien en la exposición se han cuidado los aspectos didácticos suficientemente, puede decirse que no es sino a partir de la visita guiada que los diferentes objetos expuestos comienzan a manifestar su riqueza como partes de un tejido vital. Al salir de la sala, e incluso días después, uno no puede dejar de querer ser aquel niño khalkha que aprende a montar a caballo incluso antes de aprender a andar, o aquel guerrero que cabalga días enteros y que por no detener su marcha, practica una pequeña incisión en el cuello del animal y se alimenta de él. Ante todo ello no hay más remedio que admitir la tremenda profusión de fuerzas que subyace a aquel "porque no hace falta..." que Kafka supo ver y que el nómada mongol habita a diario.
"Si uno pudiera ser un piel roja, siempre alerta, y sobre un caballo que cabalga veloz, a través del viento, constantemente estremecido sobre la tierra temblorosa, hasta quedar sin espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta perder las riendas, porque no hacen falta riendas, y que en cuanto viera ante sí el campo como una pradera rasa, hubieran desaparecido las crines y la cabeza del caballo."
Franz Kafka, Deseo de ser piel roja
Y digo que quería ser un piel roja porque a esta imagen del guerrero de las praderas se ha venido a añadir últimamente la del jinete mongol. La historia de esta intersección puedo reconstruirla perfectamente. Primero fue el encuentro con el blog Viaje al ojo de un caballo, Veinte días en Mongolia, escrito con una admirable sensibilidad por Carlos Jiménez Arribas, quien en 2006 viajó hasta Mongolia para encontrarse con los últimos caballos salvajes del mundo. Poco más tarde sucedió Un día en Mongolia, exposición que pretende aproximarnos a las formas de vida de los nómadas mongoles en la estrecha interrelación que en ellas se produce entre elementos eminentemente prácticos y elementos simbólicos. Si bien en la exposición se han cuidado los aspectos didácticos suficientemente, puede decirse que no es sino a partir de la visita guiada que los diferentes objetos expuestos comienzan a manifestar su riqueza como partes de un tejido vital. Al salir de la sala, e incluso días después, uno no puede dejar de querer ser aquel niño khalkha que aprende a montar a caballo incluso antes de aprender a andar, o aquel guerrero que cabalga días enteros y que por no detener su marcha, practica una pequeña incisión en el cuello del animal y se alimenta de él. Ante todo ello no hay más remedio que admitir la tremenda profusión de fuerzas que subyace a aquel "porque no hace falta..." que Kafka supo ver y que el nómada mongol habita a diario.
2 comentarios:
Encara que faig tard, aquí tens el vincle per al blog:
amoripedagogia.blogspot.com
Diuen: "Més val arribar a temps que tardar un any". Benvingut.
Publicar un comentario