domingo, 9 de noviembre de 2008

Canallas ejemplares, Lacenaire


Pierre François Lacenaire: (Francheville, Rhône, 20 de diciembre de 1800 - París, 9 de enero de 1836), poeta romántico, orador, articulista, estafador, asesino e insigne inaugurador de la metafísica del crimen -en palabras de la prensa de la época.

Pocos asesinos han dejado una estela tan amplia en el mundo de las letras, especialmente entre aquellos enfants terribles que pretendieron una escritura firmemente asida a lo salvaje en la palabra. Su amplia influencia en Lautréamont, su aparición en la Antología del humor negro de André Breton o la recurrente cita por parte de Guy Debord de la frase de Lacenaire en la película de Marcel Carné -"Hace falta todo tipo de gente para construir un mundo... o para destruirlo"-, muestra hasta qué punto la estetización del crimen, como deriva cultural encabezada por Lacenaire, llega a formar parte de la cultura de la vanguardia literaria desde el final del siglo XIX.

La incidencia de unas sintomáticas nupcias entre el crimen y la literatura no es sólo una lectura retrospectiva. La prensa de la época comienza a insinuar la posibilidad de que una misma raíz maligna estuviese nutriendo al satanismo romántico y al crimen estetizado:

"Es cierto que la literatura frenética, en nuestros días, ha llegado lejos en el desenfreno de las concepciones satánicas, pero no ha ido más allá del tipo infernal juzgado estos días en los tribunales del Sena. ¿Se dirá que ha nacido un solo monstruo de la influencia de las letras de nuestra época? ¿O bien estas letras no han sido más que la monografía de una raza inmunda que ha brotado de repente en el álito de los funestos días que estamos viviendo?"

Diario de Rouen y del departamento de Seine-Inférieure, domingo 15 de noviembre de 1835. "Audiencia de Calvados. Lacenaire y Rivière", en Michel Foucault, Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano...

Pero este viraje del mundo del crimen, por el cual se sitúa en los aledaños del arte -el libro de Thomas de Quincey, El asesinato considerado como una de las Bellas artes es sólo trece años posterior al ajusticiamiento de Lacenaire-, puede ser leído como correlato de un cambio mayor: por primera vez en la historia, el crimen está asumiendo en esta época formas burguesas de existencia, y lo novelesco del héroe no es sino uno de sus episodios. La imagen del crimen desde ahora ya no será la del pillaje, la sedición o el vandalismo, sino la del negocio.
En la crónica de los sucesos del caso Lacenaire, tal y como se expone en el extracto del tercer volumen de Causas célebres que presentamos al final de éste artículo, aquello que destaca si se deja a un lado toda la parafernalia lingüística sobre la naturaleza torcida del criminal o sobre la exigencia insatisfecha de la culpa y el arrepentimiento, es la continua consideración de la fría lógica del crímen como agravante. Los asesinatos de Lacenaire se ejecutan conforme a un plan y siguiendo una escrupulosa visión mercantil por la cual las muertes no son sino costes asumidos -y asumidos sin ninguna carga de valor- para la consecución de fines socialmente promovidos. En palabras de Foucault, con Lacenaire, "la burguesía se proporciona sus propios héroes criminales" -Microfísica del poder, "Entrevista sobre la prisión: el libro y su método". Y algo debió conmoverse en los corazones de la burguesía francesa cuando supieron que uno de sus muchachos había llevado los principios de su forma de gestionar el tiempo de vida hasta una nueva esfera: la de la jungla de los bajos fondos. Entre Lacenaire y Robinson Crusoe, en fin, tal vez sólo la vergüenza del buen cristiano.




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