martes, 27 de noviembre de 2007

Insomnio,

Los ojos abiertos

Alguien mide sollozando
la extensión del alba.
Alguien apuñala la almohada
en busca de su imposible
lugar de reposo.

Alejandra Pizarnik, Los trabajos y las noches (1965)


Haciendo valer la expresión de Virginia Woolf, diremos que la soledad es la verdad de las cosas y que, el encuentro con la verdad terrible es doblemente terrible por el hecho de que siempre encuentra solo a quien le presta oído. La soledad del insomne es paradigmáticamente agresiva. Exige un trabajo durante el tiempo destinado al descanso de cuantos se está rodeado. Es, además, la soledad como radical separación para la escucha de lo acallado por las voces de la vida general cuando estas voces son silenciadas por el sueño. Es para algunos, por ello, una oportunidad.
No es extraño, por tanto, que Octavio Paz caracterice los versos de Alejandra Pizarnik en la introducción al poemario Árbol de Diana (1962) como "cristalización verbal por amalgama de insomnio pasional y lucidez meridiana en una disolución de realidad sometida a las más altas temperaturas". La soledad del insomne desquicia tanto como ilumina. El precio a pagar es el hurto del descanso y, lo que tal vez sea más grave, la inevitable aproximación a lo terrible como simultánea proximidad y lejanía con la realidad viva.


1 comentario:

h dijo...

precioso textito, B.J. Es honesto, única cualidad realmente indispensable.