miércoles, 19 de marzo de 2008

El caníbal,


La descripción de la guerra como carnicería y acto de canibalismo ha llegado a ser, en la voz del escritor satírico, una estrategia textual ampliable a esa paz belicosa de la vida civil. Me lo ha recordado el texto que Walter Benjamin dedicara a Karl Kraus, en el que puede leerse:

"El gran tipo del sátiro, (...) nunca ha tenido un terreno más firme bajo los pies que el que ofrece un género humano dispuesto a encaramarse a carros de combate o a ponerse máscaras antigás; una humanidad a la que se le han acabado las lágrimas, pero no la risa. En la risa se prepara la humanidad para sobrevivir, si cabe, a la civilización y con la risa comulga en el verdadero misterio de la sátira, que consiste en comerse al enemigo. El autor satírico es la forma en que la civilización adopta al caníbal. Recuerda, no sin respeto, su origen; por eso la propuesta de devorar seres humanos ha pasado a formar parte de su núcleo fijo de consejos, partiendo del proyecto de Swift de utilizar como alimento a los hijos de las clases populares carentes de recursos hasta la propuesta de Léon Bloy de ofrecer a los dueños de viviendas el derecho de usar la carne de los inquilinos morosos o insolventes. Con tales instrucciones, los grandes satíricos le han tomado la medida a la humanidad de sus prójimos."

Walter Benjamin, Karl Kraus

El canibalismo, visto por Salvador Dalí como la forma suprema del amor, es antes que esto un modo radical de reconocimiento: reconocimiento de la inhumanidad en la humanidad, reconocimiento de la barbarie en la civilización. Junto con los ejemplos que Benjamin menciona, debemos destacar la sátira canibalesca desarrollada en las primeras décadas del siglo XX, al hilo del estallido de la Primera Guerra Mundial y, entre ellas, la propia del gesto Dadá. Las fauces de la humanidad, ahora abiertas con un rugido metálico, se aúnan con la propaganda que presentaba a aquella como la primera guerra humanitaria de todos los tiempos para generar una virulencia como no se había visto antes:

"Más significativo que el hecho de que todo avance técnico sea a la vez un avance bélico resulta la constatación de que la ideología del progreso, esto es, la del humanitarismo civilizatorio -el cual no tiene que ver ni lo más mínimo con la humanidad-, la que también les dio a los poderes combatientes el mejor motivo para una intensificación del enfrentamiento desconocida hasta entonces."

Ernst Jünger, Guerra, técnica y fotografía

Ante ello, tanto en el grupo del Cabaret Voltaire como en los posteriores grupos de Paris o Berlín, encontramos textos y manifiestos en los que se acude a la imagen del caníbal: el Manifiesto Caníbal de Francis Picabia de marzo de 1920, Civilización de Georges Ribemont-Dessaignes de mayo de 1917, o la entrada del diario de Hugo Ball del 16 de junio de 1916, en la que leemos:

"Hacen como si no hubiera pasado nada. El desolladero crece y se aferran al prestigio de la magnificencia europea. Intentan hacer posible lo imposible y trocar por mentiras la traición al ser humano, la explotación sistemática del cuerpo y del alma de los pueblos, esta matanza civilizada, haciéndonos creer que se trata de un triunfo de la inteligencia europea. (...) Frente a ello hay que decir que no pueden exigirnos que nos traguemos con gusto la nauseabunda empanada de carne humana que nos ofrecen. No pueden exigirnos que las temblorosas ventanas de nuestra nariz absorban con entusiasmo el tufo a cadáver. No pueden esperar que confundamos con heroísmo el embotamiento y la frialdad de corazón que cada día se revelan más funestos. Alguna vez tendrán que admitir que reaccionamos de forma muy cortés, incluso conmovedora."

Hugo Ball, La huida del tiempo (un diario), 16.VI.1916

Indudablemente lo humano como alimento para lo humano es en ocasiones, a pesar de todo, indigerible.


No hay comentarios: