viernes, 28 de marzo de 2008

Mejor entonces erudito-butronero,


Hoy, tomando café con el inefable Sr. Imbécil, hemos llegado a comprender que en el nombre que se le da a determinadas cosas está puesto de antemano un cierto tipo de apreciación sobre la cosa o la actividad en cuestión, y que si uno imagina al butronero o al rufián como seres constituidos desde la contundencia, la fuerza o la astucia, imagina por el mismo motivo al erudito como un ser pequeño por encogido y enclenque. Y decía Borges que no hay mejor modo de decir arco-iris que como lo hace un francés, porque en la sonoridad de un arc-en-ciel está dada perfectamente la curva.


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