domingo, 2 de marzo de 2008

Arte de tachar,

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La tachadura, en cuanto forma parte de una concepción ontológica de la escritura, ha tenido un lugar preeminente en la práctica del anatema, la excomunión o cualquier otro proceso por el que la condena a un sujeto trasciende hasta el orden de los nombres: quien borra el nombre, en algún sentido, se deshace también de su portador para la memoria de los hombres. Las tachaduras en el caso de Erasmo de Rotterdam -innominado por la Iglesia romana en el Index Librorum Prohibitorum a partir del Concilio de Trento-, aparecen también aquí en el grabado que ilustra el texto. Y es significativo cómo el censor ha cegado los ojos, ha sellado la boca y ha tapado la pluma del escritor, y cómo el trazo firme con que se tachan las primeras líneas del texto deja paso en la segunda parte del texto y en la ilustración a la línea rápida del apasionamiento.


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