"Le travail est l'opium du peuple,
moi je ne veux pas finir drogué."
Boris Vian
El salario de los bueyes asciende a la cantidad de forraje estrictamente necesario para mantener la fuerza de tiro del animal. Aunque dicha retribución pueda descender drásticamente, el animal no acostumbra a atacar. El salario para un trabajador humano no es diferente al del bobino, a excepción de que su cuantía debe satisfacer condiciones material-simbólicas como las referidas a toda una serie de expectativas generadas sobre modelos de vida buena. A diferencia del animal, de un descenso drástico acompañado por la insatisfacción de dichas expectativas se debe esperar algún tipo de violencia.
Ante un sueldo de hambre y ante el asco, hay quien se deja llevar al arroyo, hay quien busca las terapias en el ocio espiritualizado, pero ocasionalmente también hay quien huye hacia adelante: ¿reiki o cóctel de barbitúricos? ¿jogguing o salto al vacío? Y hay incluso quien prefiere la dignidad de ser abatido y, si de recibir la muerte se trata, al menos recibirla dándola a su vez. Es tiempo de masacres anodinas.
Hace algunas noches me crucé de un lado a otro ese manual de la gran revancha titulado Escupiré sobre vuestras tumbas. Boris Vian escribe una historia de coches, bourbon y jazz, una historia sobre todo de segregación, infiltración y venganza. Vernon Sullivan tal vez no era tan negro como para esperar una vida de negro, pero traía a un hermano negro muerto a las espaldas. Quizá cada vez que veamos a un hombre del miedo y el asco consumirse, abatido al final de un reguero de muertos, sea también juicioso preguntarnos cuántos muertos no se le habían puesto ya a las espaldas antes de comenzar. Seguramente al menos uno, al menos él mismo ya estaba muerto.
2 comentarios:
Vian, siempre bien comprendido, cuando quizá hubiera querido que no tanto. Excelente escritor y músico. Tuvo que morir en el cine mientras veía sobre la pantalla su historia: "Escupiré sobre tu tumba", para mi su mejor novela, no recomendada su lectura mientras se desayuna.
Carlos, gracias por el comentario.
Evidentemente, secundo tu recomendación literario-gastronómica. Pienso que una lectura nocturna -la mía lo fue- puede ser idónea.
En cuanto a la película, me gustaría verla para comprobar si efectivamente había motivos para pedir que se retirase el nombre del escritor de los créditos. Que una adaptación cinematográfica te lleve para el barrio flaco, en fin, es casi un signo de los tiempos que vive la literatura.
Un saludo.
Publicar un comentario