sábado, 12 de julio de 2008

Zenón se divierte 3,


En 1910, el Manifiesto técnico de la pintura futurista afirma que:

"Todo se mueve; todo corre; todo se torna veloz. Una figura nunca está inmóvil ante nosotros, sino que aparece y desaparece incesantemente. Por culpa de la permanencia de la imagen en la retina, las cosas en movimiento se multiplican, se deforman, sucediéndose, como si de vibraciones se tratara, en el espacio que recorren. Así, un caballo a la carrera no tiene cuatro, sino veinte patas, y sus movimientos son triangulares."

Todo ocurre como si todos los caballos -que son el mismo caballo al galope- de cada una de las imágenes tomadas por Muybridge hubiesen sido recortados y pegados uno sobre otro, hasta conseguir esas veinte patas. El movimiento simultáneo había llegado por fin también al arte de la pintura.

En 1912 Marcel Duchamp pinta su Nu descendant un escalier nº2. Años después el artista manifestaría no recordar haber visto la serie fotográfica homónima de Muybridge. Sea como fuere, en ese amasijo geométrico lanzado pendiente abajo lo que se intuye es aquello que Walter Benjamin explicitaría al decir -en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica- que lo que en realidad pretendía hacer la pintura de aquel tiempo era lo que poco después lograría el cine. Algo similar debió intuir el propio Duchamp al visitar el 4º Salón Anual de la Aviación de París. Cuenta la anécdota que, parado frente a una hélice, Duchamp dijo a Brancusi y Léger: "¿Hay alguien capaz de hacer algo mejor que esta hélice? ¿Acaso sabrías tú?"; de lo cual extrajo la fatal consecuencia: "La pintura se acabó".


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