"No hay mucho más que contar de Franz Biberkopf, al chico lo conocemos ya. Lo que hará una cerda cuando entra en su pocilga se lo puede uno imaginar. Sólo que una cerda tiene más suerte que un hombre, porque está hecha de un montón de carne y grasa, y lo que le puede pasar no es mucho, con tal de que el pienso llegue: todo lo más podrá parir otra vez, y al final de su vida le espera el cuchillo, que en fin de cuentas tampoco es demasiado malo ni excitante: antes de que note nada −y qué puede notar un animal así− habrá acabado ya. Un hombre, en cambio, tiene unos ojos, y en él hay muchas cosas, todas desordenadas; puede pensar un infierno de cosas y tiene que pensar (su cabeza es terrible) en lo que le va a ocurrir."
Alfred Döblin, Berlín Alexanderplatz
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