La danza macabra es tan cotidiana como los detergentes, los refrescos, los multimedia de última generación o el comercio con sus imágenes. Nosotros tras ellos como muertos que entierran a sus muertos, como vivos que entierra su vida para no saber si aún se puede o no se puede querer vivirla, querer vivirla de esta manera. Morir de que se vive para vivir todas las muertes cotidianas y amar la muerte por desagradecida que sea. Algo se ha confundido, algo se ha puesto del revés o se ha desprendido para colisionar con todo cuanto se cruza en su camino en nuestras cabezas, en las calles, en nuestras camas, cuando se apaga la luz de la mesilla y no sabemos si nuestra cara es la misma a oscuras, si nuestro cuerpo es nuestro cuerpo bajo las sábanas.
A veces, entre el silencio anodino de esta vida imposible aparecen voces para escupirle sus miserias. Hoy convocamos a un sugerente "grito de asco frente al sentido común": El dinero gratis.
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