Nada, nada en medio de nada, y entre la nada una voz, casi un murmullo, y tras más nada, tras mucha más nada, un grito. De eso se trata, de encontrar algunas de esas voces. Rosas entre el estiercol, palabras surgidas de la certidumbre de la ausencia y hechas para dejar indeleble la presencia de esa ausencia. Nada, nada en medio de nada, y entre tanta nada el grito que no hace más que indicar la dirección del vacio, de la nada.
Por qué no un índice de notas que tengan por referencia estas tres voces: nunca, nada, nadie. Un amplio círculo, una repetición sin término, la certeza de la imposibilidad de dar una conclusión conciliadora.
Y en esta primera ocasión convocar a Blanchot puede ser oportuno:
"La certeza de que al escribir ponía precisamente entre paréntesis dicha certeza, incluso la certeza de sí mismo como sujeto de escribir, le condujo lenta pero inmediatamente a un espacio vacío cuyo vacío (el cero tachado, heráldico) no impedía en absoluto las vueltas y las revueltas de un recorrido muy largo."
Maurice Blanchot, El paso (no) más allá
Y volver a decir: nadie dice:
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