martes, 5 de febrero de 2008

Palabras aladas,


El tan aclamado como denostado Marshall McLuhan comentaba en su libro-mosaico La Galaxia Gutenberg:

"A medida que la tipografía de Gutenberg ha ido llenando el mundo, la voz humana ha ido extinguiéndose. Las gentes comenzaron a leer silente y pasivamente, como consumidores."

Esta mutación de la relación entre decir y ver, entre hablar y leer, produce una variación del equilibrio sensorial. El mundo oral, un mundo del oído, era desbancado por el mundo escritural -radicalizado en un mundo tipográfico-, mundo inevitablemente dado a la vista. Las consecuencias de este cambio son apenas inteligibles, ya que en todo caso, un pensamiento de la oralidad se desarrolla ya siempre para nosotros desde la cultura de lo escrito que afecta al patrimonio hablado que con ella convive. Sin embargo, podemos tratar de estudiar los resultados antropológicos sobre las comunidades orales existentes aún hoy, o bien podemos dejarnos llevar por ese experimento mental que nos propone Walter J. Ong y que comenzaría más o menos así:

"Tratemos de concebir una cultura en la cual nadie haya nunca tratado de indagar algo en letra impresa. En una cultura oral primaria, la expresión consultar un escrito es una frase sin sentido: no tendría ningún significado concebible."

Walter J. Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra

En una cultura con estas condiciones, la palabra carecería de una presencia visual y tan sólo podría vivir en la voz, es decir, en la sonoridad, es decir, en el tiempo. En una cultura oral, "las palabras son acontecimientos, hechos" (Ibíd.), y están inmersas en la corriente de los hechos vitales de una vida pública. La temporalidad de lo dicho precisa de la memoria como único modo de acceder a lo ya-dicho: el espacio no presta su capacidad de almacenamiento a los hablantes.
Como los pájaros, las palabras serán un día también enjauladas en el espacio lineal de la escritura. Nos queda en Homero aquel epíteto, utensilio paradigmático del poeta oral, que nos habla de las palabras como de seres alados.


6 comentarios:

soy de plástico dijo...

Hola, acabo de descubrir tu blog buscando por internet libros de la biblioteca letra-e. Me ha parecido estupenda la idea de reunir en un archivo los libros de esa web desaparecida. Así que después de bajarme los que has colgado en una entrada anterior (lo que, por cierto, te agradezco de todo corazón) los he juntado con los que yo ya tenía descargados en un nuevo archivo. En total he logrado reunir 91 libros. Por si te interesa, el link para descargar el archivo es:
http://www.4shared.com/file/37035576/ca45c0e3/Coleccin_de_libros_letrae.html?dirPwdVerified=ff4846f7
Desgraciadamente yo no llegue a conocer la página web de letra-e en funcionamiento. Sólo sé de ella por los libros que me he bajado de distintas fuentes, y, desde luego, coincido contigo, en que sus digitalizaciones son de lo mejorcito que circula por internet. Imagino que en mi "colección" aún faltarán muchos de los títulos de esa biblioteca. Por lo que espero que tu iniciativa sea seguida por más gente. En fin, un saludo y felicidades por tu blog.

B.J. Turner dijo...

Estimado ser de plástico,

Me alegra que secundes el proyecto de clonar letra-e y te agradezco los magníficos títulos que aportas.
La posibilidad de estos encuentros e intercambios satisface con creces el objetivo de este blog. Ojalá la voz siga circulando.

Un saludo

FrAn dijo...

No puedo estar de acuerdo en que se haya perdido lo oral. Simplemente se dio importancia a lo escrito, hubo otra forma de transmisión del saber. Y sin esa transmisión no puede haber libertad para elegir, libertad para pensar. Uno tiene que aprender de lo que hicieron los demás para que llegado el momento en que sabe mucho pueda empezar a elegir.

Yo creo que con la escritura se equilibró el sentido del oído con el de la vista. Aunque el del olfato siempre estuvo y estará relegado, hay un libro muy bueno, el Perfume, de Patrick Sunskind que habla sobre ello.

Saludos

B.J. Turner dijo...

Hola Fran,

Muchas gracias por tu comentario.
Hay mucho que hablar sobre la cuestión. Cuando dices "no puedo estar de acuerdo en que se haya perdido lo oral", puedes querer decir o bien que no existe una pérdida de patrimonio oral, o bien que la pérdida fáctica de patrimonio oral es un fenómeno intolerable. Aunque no puedo estar de acuerdo con lo primero, y me parece obvia la pérdida, en ningún momento he manifestado mi soporte al olvido de la oralidad. Lo único que he pretendido señalar es que, en la medida en que en nuestra cultura el hecho oral debe convivir con lo escritural, la comprensión de dicho fenómeno se pone en una relación recíproca necesaria. Y a lo escritural se ha asociado toda una serie de valores que, en tanto que culturalmente patrocinados, han desbancado al valor de lo oral, sólo reconocido en la actualidad en tanto que patrimonio a defender.
Todo lo que se relaciona con el equilibrio o desequilibrio sensorial vinculado a este fenómeno supone una segunda cuestión. La cultura que privilegia la lectura como fuente principal de conocimiento es la misma que desarrolla un saber de la observación metodológica y una estructuración crecientemente racionalizada del espacio para el aprovechamiento del estímulo visual –y esto no es una coincidencia. Creo que el lugar que le queda a la escucha como fuente de aprendizaje es secundario y su cultivo un rasgo minoritario en nuestra cultura.
Acceder a otra forma de transmitir el saber no es simplemente un modo de decir lo mismo por otros medios. La distribución de fuerzas de un cuerpo formado por el flujo del lenguaje se modifica con la incorporación de nuevos medios de expresión e información.
En fin, podemos seguir discutiéndolo. Perdona que no haya entrado en el problema de la libertad que también traes a colación. Pienso que precisa un tratamiento demasiado extenso, aunque si los crees conveniente podemos hablarlo. Gracias de nuevo por tu contribución.

Joan dijo...

Es necesario plantear por qué el mundo erudito tuvo que volver a despertar el carácter oral del lenguaje. Parecería ineludiblemente obvio que el lenguaje es un fenómeno oral. Dondequiera que haya seres humanos, tendrán un lenguaje, y en cada caso uno que existe básicamente como hablado y oído en el mundo del sonido. En todos los maravillosos mundos que descubre la escritura, todavía les es inherente y en ellos vive la palabra hablada. Todos los textos escritos tienen que estar relacionados de alguna manera, directa o indirectamente, con el mundo del sonido, el ambiente natural del lenguaje, para transmitir sus significados. Podemos llamar a la escritura un "sistema secundario de modelado", que depende de un sistema primario anterior: la lengua hablada. La expresión oral es capaz de existir, y casi siempre ha existido, sin ninguna escritura en absoluto; empero, nunca ha habido escritura sin oralidad.
Pero lamentablemente se ha tendido a considerar las creaciones orales como variantes de las producciones escritas; o bien como indignas del mundo especializado serio.
Salvo en las décadas recientes, los estudios lingüísticos se concentraron en los textos escritos antes que en la oralidad por una razón que resulta fácil comprender: la relación del estudio mismo con la escritura. Todo pensamiento, incluso el de las culturas orales primarias, es hasta cierto punto analítico pero el examen abstractamente explicativo, ordenador y consecutivo de fenómenos o verdades reconocidas resulta imposible sin la escritura y la lectura. Los seres humanos de las culturas orales primarias, aquellas que no conocen la escritura en ninguna forma, aprenden mucho, poseen y practican gran sabiduría, pero no estudian.
Cuando el estudio se hace posible con la incorporación de la escritura, a menudo una de las primeras cosas que examinan los que saben leer es la lengua misma y sus usos. Por ejemplo, la retórica en esencia se refería al discurso oral, aunque siendo un "arte" o ciencia sistematizado o reflexivo, la retórica era y tuvo que ser un producto de la escritura. Después de pronunciar el discurso, no quedaba nada de él para el análisis. Lo que se empleaba para el "estudio" tenía que ser el texto de los discursos que se habían puesto por escrito, comúnmente después de su declamación y por lo regular mucho más tarde.
La concentración de los especialistas en los textos tuvo consecuencias ideológicas. Con frecuencia prosiguieron a suponer que la articulación verbal oral era en esencia idéntica a la expresión verbal escrita con la que normalmente trabajaban, y que las formas artísticas orales en el fondo sólo eran textos, salvo en el hecho de que no estaban asentadas por escrito. Tenemos un término como "literatura", que básicamente significa "escritos" para cubrir un cuerpo dado de material escrito pero no contamos con ninguna palabra o concepto similarmente satisfactoria para referirnos a una herencia meramente oral.
Ong llama "oralidad primaria" a la oralidad de una cultura que carece de todo conocimiento de la escritura o de la impresión. Es "primaria" por el contraste con la "oralidad secundaria" de la actual cultura de alta tecnología, en la cual se mantiene una nueva oralidad mediante el teléfono, la radio, la televisión y otros aparatos electrónicos para que su existencia y funcionamiento dependen de la escritura y la impresión.
La escritura hace que las "palabras" parezcan semejantes a las cosas porque concebimos las palabras como marcas visibles que señalan las palabras a los decodificadores: podemos ver y tocar tales "palabras" inscritas en textos y libros. Las palabras escritas constituyen remanentes. La tradición oral no posee este carácter de permanencia.
Aunque las palabras están fundadas en el habla oral, la escritura las encierra tiránicamente para siempre en el campo visual. Una persona que ha aprendido a leer no puede recuperar plenamente el sentido de lo que la palabra significa para la gente que sólo se comunica de manera oral.
Por ello el término "literatura oral" es monstruoso. Hablar de "literatura oral" es semejante a decir "escritura oral". No es lógico. No es posible describir un fenómeno primario comenzando con otro secundario posterior y reducir poco a poco las diferencias sin producir una deformación grave e inoperante.

B.J. Turner dijo...

En fin, ¿qué más decir después de esto?
Muchas gracias por tu pródigo comentario. Pienso que la exposición que haces tiene la virtud de ser didáctica y de exponer el contenido del pensamiento de Walter J. Ong de un modo más claro de lo que en el artículo del blog se había conseguido –artículo que, por cierto, pretendía ser más sugerente que didáctico, cosa que al parecer se ha conseguido.
Dejando de lado la consideración formal de lo que escribes, debo reconocer que coincido prácticamente con el conjunto de los puntos fuertes del contenido. La única línea que me genera alguna dificultad es aquella en la que se afirma la vinculación necesaria del texto escrito con lo oral, con ese “ambiente natural” de trasfondo. La consideración por parte de Ong del lenguaje escrito como “sistema secundario de moldeado” adolece de determinados problemas que deben explicitarse. En primer lugar, si se dice que un sistema depende de otro, tendremos todavía por explicar en qué sentido depende, y de qué modo se produce la dependencia en cada caso –obviamente la dependencia no es homogénea. En segundo lugar, deberemos tener muy claro que la diferencia primario/secundario se refiere al tiempo y no a la cualidad –uso cualitativo del cual están cargados dichos términos. Por fin, habrá que detenerse sobre la idea del sistema de moldeado ya que, en buena medida, la escritura funciona moldeando hechos que dependen únicamente de lo escritural: el caso de la literatura es en este caso ejemplar. No hace falta acudir al caso extremo de la poesía visual para observar juegos y giros en la literatura que dependen para su existencia precisamente de lo escritural como lenguaje espaciado y como lenguaje externo a lo hablado.
En todo caso, este desacuerdo con la tesis de Walter J. Ong no rebaja en nada la aportación del teórico de Missouri a la teoría de los lenguajes, ni la tuya a este blog.
Gracias.