Un débil mamífero de ciudad, comúnmente llamado peatón o viandante, se sitúa en el límite entre la acera y la calzada, probablemente apostado tras uno de los vehículos estacionados en dicha área y muy lejos de cualquier paso señalizado. Dirige su atención a uno y otro lado de la calle. Aunque se acerca un coche, una técnica aprendida tiempo atrás y depurada año tras año le permite evaluar la situación como favorable. Pone los músculos de sus cuartos traseros en tensión, eriza sus sentidos y se lanza a través de la calzada en una carrera que le permite ganar la acera contraria.
La técnica falla cuando las consideraciones sobre la relación distancia-velocidad no son precisas. En dicho caso, el vehículo y las leyes físicas sobre choques inelásticos juegan habitualmente en contra del mamífero, cuyo coeficiente de restitución se aproxima dramáticamente a cero. Pese a los avisos de las autoridades familiares y estatales respecto a las lamentables consecuencias de la aplicación fallida de esta técnica, su uso es habitual en las ciudades de todo el mundo y no existen indicios de su progresiva desaparición.
Nomenclatura habitual para la acción: peatón cruzando una calle.
Nomenclatura habitual para la variación de la acción: peatón atropellado.
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