sábado, 5 de abril de 2008

La puerta, la casa, el fuego


"El hombre que erigió por vez primera una choza [...], manifestó el poder específicamente humano frente a la naturaleza en tanto que recortó una parcela de la continuidad infinita del espacio y está configuró un sentido conforme a una unidad específica. En esta medida, un trozo del espacio fue ligado en sí y fue separado de todo el mundo restante. Por el hecho de que la puerta, por así decirlo, pone una articulación entre el espacio del hombre y todo lo que está fuera del mismo, por esto, supera la separación entre el dentro y el fuera."

Georg Simmel, El individuo y la libertad. Ensayos de crítica cultural

Junto a la metonimia que supone hablar de hogar para referirse a la casa propia, al lugar donde uno encuentra un habitar reconfortante, pues el hogar no es sino el espacio dentro de la casa donde se hace un fuego para vencer las inclemencias del exterior, existe aquella otra que se encarna en la expresión umbral para mencionar la puerta. Desde el lumen latino, pasando por el lumbral y de ahí al umbral, se extiende esa luz que hace del espacio interno de la casa, intuido ya desde el escalón de la puerta o umbral, un espacio diferido. El escalón de la puerta es la puerta desde la que se intuye el fuego, que es la casa misma. Aquella vieja costumbre de nutrirse en el fuego tanto por el alimento como por la experiencia narrada al calor de la lumbre, es sin duda la misma por la que las puertas se dejaban abiertas para proyectar sobre la oscuridad el anuncio de lo humano. De todo esta forma de vivir el espacio y el fuego, tal vez sólo nos quede la ceniza de la palabra.


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